Celebración de aniversarios

Jaime López

Las celebraciones del Bicentenario de la supuesta Independencia de la Corona Española, allá por el año 1822, se realizaron en las ciudades ecuatorianas siguiendo los esquemas tradicionales, que cada departamento de los Gobiernos Autónomos los guarda en los archivos para n o repetirlas en cada aniversario y para modificarlas de acuerdo a la coyuntura que el burócrata responsable asimila, para no caer en la crítica de los mandantes. En las capitales principales de éste Ecuador que aún permanece en los corazones pintados con los colores amarillo, azul y rojo, los desfiles tradicionales se hicieron y las concentraciones populares se convocaron, para ayudar a los ciudadanos que respiren con  algo de confianza y mitiguen los efectos de la crónica roja, esa vencedora todavía de la batalla declarada por los narcos, por los usureros despiadados, en fin, como que también la campaña electoral les sirvió a ciertas protagonistas para descubrirse ante sus partidarios. En cambio, en la acefalía que parece ser la Alcaldía Quiteña, se contrató a un español de nombre Okuda –ojalá no surja la ironía criolla para nombrarle- para que pinte un mural, en un edificio emblemático y tradicional del 24 de mayo, un mural que se supone es una bordadora de Llano Grande coronada por un sombrero Picachu. Hay que decir, ni más, ni menos. Punto y aparte. Afortunadamente en la ciudad jardín, Ambato llena de flores, una Institución Educativa, el Colegio Nacional de Señoritas Ambato, con ese nombre se fundó y no hay porqué olvidarlo, convocó a sus egresadas para que le demuestren a la ciudad que sus valores tradicionales de gratitud y orgullo con las que fueron formadas, persisten y que en los aniversarios hay que proclamarlos, las integrantes de sus promociones desfilaron con la alegría de seguir siendo ambateñas. Y recibieron el cariño del pueblo al que se pertenecen y el que siempre los tendrá como suyas, la ciudad de Ambato junto a su soberana les abrió sus brazos, abajo del alcornoque que está y estará allí, para renovar historias y recuerdos, bellas herencias dignas para los suyos, con los que los ancestros tungurahuenses seguirán siendo motivos.