¿Y ahora?

Desde este domingo pasamos de las ofertas de campaña a las acciones concretas. El ejercicio del Gobierno, indistintamente de quien gane, no se sostendrá con demagogia, eslóganes persuasivos ni vídeos para Tik Tok. Ya no se trata de convencer a indecisos, sino de gobernar a 17 millones de personas con problemas reales de desempleo, pandemia e inseguridad. El nuevo Presidente requiere de decisiones urgentes y, en primer lugar, está la conformación de un equipo solvente, ético y probado. El gabinete no puede ser el resultado de una composición clientelar o de medición de fuerzas al interior de una organización política. En este momento de crisis deben estar al frente de las carteras del Estado los mejores hombres y mujeres.

La segunda prioridad del Gobierno es el diseño de una agenda para la estabilidad económica y gobernanza con la Asamblea que, dicho sea de paso y no es nada nuevo, está fragmentada debido a la composición de diferentes fuerzas políticas. No es sencillo lo que nos espera como país, pero hay que anteponer intereses corporativos y, en algunos casos, mezquinos para reflotar y nadar. La vacunación universal es impostergable y urgente, además de medidas contingentes para que no ocurra lo de Chile, pese al éxito de la cobertura. Superada la pandemia, relativamente hablando, se podrá vislumbrar un horizonte económico a mediano y largo plazo. No hay que perder de vista que el mundo dejó de ser el que conocíamos hasta el 16 de marzo del año pasado.

Dentro de la agenda del Gobierno será imperioso contar con una estrategia multinivel con las alcaldías, prefecturas y juntas parroquiales, sobre la base de impulsar el desarrollo local y una descentralización que se detuvo en los últimos 14 años por una recentralización inadecuada y que subestimó las dinámicas propias de cada lugar. La realidad de Tulcán no es igual a la de Cueca y esta mucho menos que la de Esmeraldas para citar un ejemplo de lo más elemental. El Estado no puede seguir funcionando como si nunca pasó nada. Al contrario, el mundo sufrió el mayor sacudón del último siglo y por eso se necesita una visión inteligente para gobernar.