Víctimas del mercado

Es un asedio constante el de los negocios que a diario ofertan —vía llamada telefónica—: tarjetas de crédito, cambios de operadoras de telefonía celular, préstamos preaprobados,  nuevos beneficios para las tarjetas de crédito, planes de seguro médico, tarjetas de consumo en diferentes casas comerciales, adicionales de asistencia en plomería, belleza, electricidad, cerrajería; en fin, las mil y un ofertas en diferentes voces durante todos los días, aun fines de semana y feriados.

Le pintan el cielo, le ofrecen el oro y el moro, todo hasta atraparle al ciudadano, que en ocasiones termina con una serie de descuentos que le representan un egreso adicional, sin que jamás use los supuestos “beneficios”, si es que realmente existen, o, peor aun, endeudado por los servicios de una tarjeta de crédito o de consumo en tal o cual almacén, gracias al “poder” que parece darle el plástico con letras y números en alto relieve.

Es de suponer que el ciudadano que acepta estas ofertas es adulto y con uso de razón, pero hay triquiñuelas en los planes y servicios que pintan, por ejemplo, varias cadenas de almacenes que venden ropa. Por poner un ejemplo, le endeudan fácilmente, pero al fin de mes, cuando va a pagar sus cuotas, aparecen otras cifras que se justifican como seguro de desgravamen, gestión del estado de cuenta; peor todavía, si se retrasó en el pago, aparecen valores de mora, gestión de cobranzas, y, si se descuidó un poquito, se va a la central de riesgos.

Por ejempolo, ¿cómo opera un seguro de desgravamen en una compra ínfima de 30 dólares, diferidos a unos tres meses? Es una trama entre alguna aseguradora y la cadena comercial, pues cuesta 3 dólares adicionales por mes mientras dure la deuda; luego, si la cuota es de 10 dólares mensuales, en realidad es de 15,00 porque se le suma el seguro de desgravamen y el envío del estado de cuenta, cuando lo lógico sería que se ahorre papel y se ponga en el correo electrónico el estado de cuenta.

Un seguro de desgravamen sirve para que la deuda no se pueda heredar y que, en el evento de que fallezca el deudor, la aseguradora cubra lo adeudado al almacén. Esto en teoría es válido, pero debe ser calculado en función del monto adeudado. No puede tener una valor idéntico en una deuda de 10 dólares y en una de 1.000.

Es necesario que el gobierno vele por los intereses ciudadanos, observando y regulando estas circunstancias del diario vivir, desde las ofertas telefónicas hasta las engañadoras técnicas de comercialización de productos y servicios, como las que se hacen en las pantallas de los cajeros automáticos, para que el cliente termine aceptando la impresión de su recibo, lo quiera o no.

Hace falta un freno a estas formas que, amparadas en normativas legales, terminan embaucando a mucha gente.