¿Víctima?

Matías Dávila

Tal vez este artículo no sea tan comentado. La razón es simple: no destila odio ni crítica; más bien enseña. En un país donde el promedio de la población lee 0.2 libros por año, cuando alguien quiere apoyar con un tema educativo, sabe de antemano que lo que menos va a tener son ‘laics’. Pero asumo el riesgo.

En nuestra vida diaria, todos nosotros tenemos la mente ocupada en tres círculos concéntricos. El grande es lo que se llama la ‘zona de preocupación’. Sobre este tipo de pensamientos no tenemos la más mínima injerencia. No podemos cambiar nada. Por ejemplo, la guerra en Rusia o el divorcio de algún famoso. Son esos contenidos que muchos noticieros nos ponen en agenda para mantenernos entretenidos o distraídos. Por eso es que en las oficinas, en vez de hablar cosas sustanciales, estamos hablando de la triste suerte de Johnny Deep.

Luego encontramos el círculo mediano, la “zona de influencia”. Tenemos menos pensamientos de este estilo, pero lo paradójico es que trabajar en esta zona nos puede generar una mayor posibilidad de cambio. Por ejemplo, aquí está la educación que les damos a nuestros hijos. No podemos garantizar que ellos harán lo que les enseñemos al pie de la letra, pero con este tiempo invertido, muy probablemente estamos generando una enorme transformación social. Pero, ¿qué es lo que hace un padre o una madre para calmar a su hijo inquieto? Le prende la televisión o le da el celular. Triste. Ese es nuestro ‘granito de arena’ para construir un mundo mejor.

Finalmente está la ‘zona de control’. Todo lo que hagamos aquí verdaderamente cuenta para nuestro beneficio o nuestro perjuicio. No depende de nadie sino de nosotros mismos. Levantarnos temprano, leer, saludar, no robar… todo está en nuestra zona de control. Así que le pido que sea usted, y solo usted quien decida en cuál de los círculos se quiere mover hoy. ¿Prefiere vivir como víctima o como responsable?