Un lastre para el crédito de la democracia

Nada más desconcertante que lo hecho y dejado de hacer por la Asamblea Nacional. Algunos lo consideran una etapa trágica, un retroceso absoluto en materia estrictamente legislativa. La causa: una lucha cerril por el poder sin ningún valor ni respeto por la dignidad humana. Los episodios, procesos y conflictos vividos en esta importante función del Estado van de lo grotesco a lo ridículo.

Los esfuerzos de algunos de sus miembros por develar la corrupción, desde lo público a lo privado, se han visto opacados por una coalición impensable de opositores: correístas y socialcristianos, con el añadido de una aparentemente inexplicable disidencia de Pachakutik. En esta, el ego de sus líderes ha pesado más que la necesidad de legislar en beneficio de sus propios votantes.

Las redes sociales actúan como caja de resonancia de elogios desmedidos y de devastadores oprobios. Sabíamos muchas de estas cosas (infamia, acoso y humillación) que las teorías conspirativas traen consigo, pero escucharlas nos muestra la dimensión de la cloaca. La Asamblea actual es un lastre para el crédito de la democracia y un atentado a la integridad del resto de las instituciones.

A veces, quien pide diálogo pide en verdad que el otro baje la voz y no exponga su oposición con dureza. Las ideas dan a la política un peso y una dignidad, y a los legisladores actuales no les faltan solo ideas, sino también ideología. Tanta amoralidad nos aleja de aquellos cuerpos de ideas constructivas basadas en nuestras realidades, que dan a la política peso y dignidad.

En nuestro país hay un ambiente de rendición, de fracaso, de corrupción interna, que lleva a la devaluación de la vida humana. Cuando se acepta que eso es la norma, la sociedad está perdida. Los políticos actuales han abandonado los postulados clásicos de la democracia legislativa y el interés general para adoptar un comportamiento que divide profundamente a la sociedad.

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