Quería ser presidente y solo duró 900 días

Ugo Stornaiolo

Faltaron 195 días para los tres años de mandato, pero no se podía estirar más algo que de plano fracasó. 900 días de un excesivo culto al ego, del capricho personal y de creer en todo lo que le decían sus ‘asesores’, desde la fundación de Aparicio Caicedo hasta parientes y amigos del Banco de Guayaquil (que más lo perjudicaron que beneficiaron): Danilo Carrera, Chérrez, Hernán Luque y otros “angelitos”.

Y todo lo que construyó desde 2012, emergiendo como la única alternativa posible al correísmo, se desbarató fácilmente. Hubiese sido el colmo que tampoco le gane a Andrés Arauz (¿cómo se puede ser candidato a algo siendo tan mediocre?). Hasta escribió un libro, como el de sus memorias. En esas 300 páginas se puede decir mucho y no decir nada. Guillermo Lasso es el vivo ejemplo de que cuando las cosas comienzan mal, terminan igual.

Lo que parecía un capricho se le volvió al presidente saliente un karma del que no pudo liberarse. Una cosa es ganar una elección, pero otra es gobernar, tomando en cuenta la cantidad de funcionarios que permanecieron en sus cargos, pese a ser correístas (para muestra un botón: sus dos ministros de salud -Garzón y Ruales-). Muchos seguirán en la administración de Noboa…

“En el caso de Guillermo Lasso puedo resumir su gobierno en una simple frase: 900 días de fracaso”, escribe Rafael Cuesta en Expreso. Agrega: “el problema con esta clase de políticos egocéntricos se presenta una vez que llegan a la Presidencia y se dan cuenta de que el ego les sirvió para llegar, pero con ego y vanidad no se puede gobernar un país”. Le pasó a Correa…

 Poco deja el paso de Lasso por el poder: la campaña de vacunación contra el Covid-19 (pudo hacer una consulta popular que luego perdió en febrero de 2023); la campaña contra la desnutrición crónica infantil; intentar dejar la economía en orden (preocupan las deudas con organismos financieros internacionales -más de $ 46 mil millones-, con gobiernos seccionales y el sector público). Se lo recordará por la inseguridad, por sus viajes al exterior, el aumento de impuestos (no ofrecido en campaña), la crisis carcelaria, las condecoraciones chimbas, la muerte cruzada, un nuevo éxodo de ecuatorianos y los apagones…

Se lo criticó porque creyó que seguía manejando su banco, que nadie le podía contradecir, soñaba ser como Yerovi y casi terminó como Bucaram. Que su proyecto era de una derecha seria y no populista. En su libro omite lo que salió mal (fue bastante). Mientras tanto, cuenta los días para irse. En el completo ostracismo. Casi nadie lo extrañará…