Historias de traiciones a la patria

Ugo Stornaiolo

Es fácil subirse a un estrado en el Parlamento Europeo -ante solo cuatro personas- o presentarse en RT (la televisión del autócrata ruso Putin) y declarar que, un “imberbe” nacido en Miami -el presidente Noboa- afectó la honra mundial, por ordenar entrar en la embajada mexicana en Quito y llevar de vuelta a la cárcel (de donde nunca debió salir) al exvicepresidente Glas. Eso hizo Correa.

Otros presidentes hicieron algo parecido: organizar ataques armados contra el país, entregarlo para que sea un protectorado francés, vender la bandera o, el mismo Correa, cuando regaló la soberanía marítima y suscribió la declaración de la Convemar, ordenó ataques contra un hospital (por su presunto secuestro del “30S”) y concedió la “ciudadanía universal” (para que llegue al país toda clase de truhanes).

En 1846, como expresidente, Juan José Flores intentó una expedición militar de tres mil hombres, auspiciada por la Reina Madre, que pretendía que un noble español se encargue de los antiguos territorios de la Audiencia de Quito. Tres buques fueron comprados en Inglaterra. Se protestó ante el reino británico y se embargó los barcos. El “traidor” volvió al país, comandó el ejército y dirigió la legislatura.

En el libro “Ecuador, drama y Paradoja”, Benítes Vinueza recuerda a García Moreno cuando, en 1861, gestionó que el país sea un protectorado francés. “soy partidario de que este país magnífico llegue a ser civilizado y rico bajo la bandera de Francia”, cediendo las islas Galápagos y el Oriente “para establecer una monarquía que podía incluir al Perú y otros países de Sudamérica”. Un “traidor” que gobernó con mano de hierro, hasta su asesinato -por Faustino Rayo- el 6 de agosto de 1875.

No hay que olvidar la venta de la bandera en 1895, obra del pícaro expresidente Plácido Caamaño (gestor del negocio) y del mandatario Luis Cordero, que entregaron la soberanía a un barco chileno para vender armas al Japón en su guerra con China. El negocio violó normas internacionales. El escándalo saltó en Guayaquil antes que el barco «Esmeralda» llegue al Japón. Fue el inicio de la revolución liberal.

Roberto Aguilar describe al nuevo traidor, Correa, tras la incursión militar en la embajada mexicana: “es al Ecuador al que quiere ver bloqueado, sancionado, militarmente cercado. Y en ese empeño viaja de un continente a otro y mueve todos sus contactos, desde la televisión rusa hasta el gobierno mexicano, pasando por los trasnochados comunistas españoles. Queda claro (¿no lo estaba ya?): Correa es el enemigo”.