Tinder

Matías Dávila

Para los más pacatos, la palabra ‘Tinder’ será uno de esos neologismos del marketing que reemplazan a alguna cosa que ya, desde hace rato, nombrábamos con solvencia en español. Pero para los y las divorciadas será la aplicación que entra de cajón en sus teléfonos celulares, por más que sea necesario quitar la calculadora, el calendario, el informe del clima o hasta el Zoom, que sirve para las benditas reuniones de padres de familia donde se entregan los informes de notas y se organiza la Navidad.

He salido con muchas mujeres gracias a esta aplicación, pero lo cómico es que el 91% me ha dicho que “una amiga” les “dio instalando”… ¡¿ellas por decisión propia?, no!

El Tinder, en esta siniestra época de Tiguerones y Lating Kings, es una alternativa para salir con alguien con cierta tranquilidad de que no te va a quitar un riñón. ¿Puede pasar? Si, por supuesto, pero si uno cumple 109 sencillos pasos, uno podría tener casi la seguridad de que no habrá novedades. Por eso, en esta nota quisiera dar cierta información para su uso.

  1. El negocio del Tinder no es que consigas pareja. Como Netflix, como Facebook o como cualquier otra aplicación social, el negocio está en el tiempo en el que pasas ‘dentro’. 
  2. Hay un algoritmo que te califica según los ‘matches’. Si muchas personas te dan ‘match’ o ‘me gusta’ para decirlo en cristiano, el sistema te califica como ‘popular’ y los perfiles que te presenta son los populares. En pocas: guapos con guapas y a nosotros los feitos que se nos coma un tiburón.
  3. Tinder es lo que quieras que sea. Hay países donde esta app es conocida como una para tener sexo. En el Ecuador se tiene sexo con esta aplicación, eso no está en duda, pero no es una aplicación exclusiva para tener sexo. Si te pones a hurgar, Tinder ha unido a un montón de amigos. De hecho, gracias a la app, yo hice una comunidad de 300 divorciados, todos amigos.

Tinder es el tontódromo que las capitales de provincia perdieron gracias a las distancias, a la pandemia… y por culpa de Correa.