Terrorismo en Ecuador

Por Salvatore Foti

En Ecuador el acoso al Estado por parte de poderes narcocriminales no es algo nuevo. Sin necesidad de ir muy atrás, podemos citar los atentados en 2018, cuando en el sector de San Lorenzo hubo incluso ataques con bomba que dejaron numerosos heridos y 3 infantes fallecidos; verdaderos actos terroristas que pretendían disuadir al gobierno de ejercer su presencia en zonas bajo el mando de organizaciones que se dedican al tráfico de estupefacientes.

Así que los terribles hechos que se dan en las cárceles del país, los asesinatos y la violencia que vivimos no son una novedad, sino la lógica consecuencia de lo que comporta enfrentarse al narcotráfico. Esto se agudiza cuando, como hoy, las incautaciones de droga, además de ser más frecuentes, son también más importantes y van rompiendo récords, algo que amenaza directamente los intereses económicos de las organizaciones criminales. Por ello, sería muy ingenuo analizar por separado la violencia que sacude al país y la lucha contra el narcotráfico que ha emprendido el gobierno.

No obstante, lo que debe preocuparnos es que ahora debemos admitir que estamos enfrentando una verdadera amenaza terrorista y que pueda haber, a corto plazo, una aceleración de hechos más violentos aunque pretendan amedrentar tanto al gobierno como a la población.

Estamos viviendo un verdadero chantaje por parte de la criminalidad que pretende sentar el mensaje de que a cada acción contundente del Estado seguirá una acción violenta y ejemplar en nuestro territorio.

Hay que pedir al Estado que se prepare para hechos mucho más cruentos y atrevidos pues estamos en guerra contra un enemigo tanto externo como interno; por ahora, estamos perdiendo esta guerra. Necesitamos urgentemente cambios e implementación de medidas que puedan garantizar la seguridad de la ciudadanía, quien hoy lastimosamente es la más expuesta e indefensa ante tanta violencia. La población no puede seguir rehén de la criminalidad y, si no hay funcionarios a la altura de esta grave coyuntura, habrá que buscar a otros que sean capaces de dar soluciones. Si no, deberemos admitir que ha llegado la hora de rendirse y legalizar las drogas.