Diciembre de 2023: un día cualquiera

Sofía Cordero Ponce

Sábado 23 de diciembre. Entramos a la estación de La Carolina en el metro de Quito y la imagen gigante de los volcanes nos impresiona, estamos felices. Ya en el tren, medimos el tiempo de viaje hasta San Francisco. ¡Ocho minutos!, comentamos con mi padre y mi hermana. Las personas alrededor se unen a la charla. Desde esa tarde, nuestro grupo de chat familiar tiene como ícono la foto del abuelo y su nieta (Rafael y Rafaela), tomada en las cúpulas de la catedral. 500 mil personas visitaron ese día el centro histórico de Quito.

Martes 26 de diciembre. Antes de dormir abro X: hoy hace diez años, una cuadrilla de encapuchados armados con fusiles y ametralladoras junto a una veintena de fiscales y agentes de la Senain, irrumpieron en la casa de Fernando Villavicencio y su familia. La justificación fue la búsqueda de supuestas pruebas de espionaje. Sigo buscando noticias: la fiscal Diana Salazar recibe el respaldo de 27 ex presidentes de Iberoamérica, por su investigación en el caso Metástasis. Y más abajo: “se le agradece a la firma los Choneros y a los fatales de Daule, y más que todo a la firma Fito”, dice un hombre sobre una tarima que entrega juguetes durante el festejo navideño en Daule. Voy a Instagram y me aparece este anuncio: “Estás en modo silencioso, te sugerimos cerrar Instagram, silenciamos tus notificaciones para que puedas concentrarte en otra cosa”. Después de pensar un rato, me duermo.

Miércoles 27 de diciembre. Escribo esta columna y pienso en la incertidumbre sobre el año que empieza. Vivimos los extremos de una sociedad capaz de compartir alegría y una conversación improvisada en cualquier lugar, pero en la que el miedo y la muerte se han vuelto parte de la normalidad. Entro en X: la ministra de Gobierno pide a la ciudadanía no hablar mal de la policía que “se está auto depurando”. No hay noticias sobre el plan Fénix.

Estoy lista para un año más de alegrías compartidas ¡Bienvenido 2024!