Si tocamos el fuego nos quema

Alejandro Querejeta Barceló

Se dan grandes cifras de detenidos durante el “estado de excepción” y se informa de presos que se traslada de una prisión a otra, de revueltas dentro de ellas. Pareciera que las medidas del Ejecutivo ante la violencia desatada en el país dan resultado. Sin embargo, poco se informa sobre la actuación del Poder Judicial al respecto. Hay desconfianza, hay incertidumbre, la delincuencia no mengua.

Es hora ya de acabar con la ingenuidad de pensar que si estamos mal nos vamos a poner bien solo con desearlo. A la represión policial debería sumarse una ofensiva social y económica, como política de Estado, que dé un golpe contundente a corto, mediano y largo plazos a la pobreza y la extrema pobreza que propician desigualdades intolerables y una grosera (por desproporcionada) distribución de la riqueza.

Maquiavelo retrataba al gobernante como un personaje con un ojo puesto en el peligro futuro y otro en la amenaza presente. Por ejemplo, la igualdad de oportunidades, que no existe en nuestra sociedad, tendría que ensayarse en el plazo más corto. Se clama por un escenario de certidumbre en donde conozcamos las consecuencias de nuestras acciones.

La cuesta es cada vez más insufrible. Los peores presagios sobre los males que han de llegar se tornan en realidad palpable. La extorsión, mediante formas inéditas hasta hace poco, está a la orden. La amenaza actual es un enemigo mucho más sutil, quizá más duradero.

Sabemos que si tocamos el fuego nos quema. En sus categorías morales, jurídicas y políticas la criminalidad sigue tan campante. Lo alcanzado en seguridad es insuficiente, incluso si se incorporan más miembros a la Policía, si se mejoran sus equipos y si se cuenta con asesoría foránea. ¿Cómo establecer un proceso de reforma policial en un contexto tan contencioso y políticamente riesgoso?

Cuando las encuestas van mal, todos intentan recuperar la iniciativa con anuncios estrella; es lógico y lo han hecho todos. Pero a la violencia y la coerción criminal no las derrotan las encuestas. Los acontecimientos vividos en los últimos años nos han permitido conocer otras formas destructivas y reproductivas de la violencia, junto a la incertidumbre, los abusos, la perplejidad y el desorden.

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