Corazón y patrimonio

Sara Serrano Albuja       

“La verdadera tierra de los bárbaros no es aquella que no ha tenido jamás patrimonio, sino aquella tierra que está tan llena de patrimonio que sorprende y  sin embargo no sabe ni apreciarlo ni conservarlo”. Con la imagen de este letrero, escrito en italiano y  aparecido en la fachada del Teatro Comunale di Bolognia, Alfredo J. Morales, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Servilla, cerraba su brillante conferencia sobre Historia y Patrimonio Artístico durante el XI Congreso Ecuatoriano de Historia realizado en la Universidad Andina Simón Bolívar.  A juicio de este lúcido académico, la destrucción de testimonios del patrimonio y de elementos significativos de  identidades nacionales en diversos lugares se ha producido “por la mano destructora del hombre, por sus ambiciones, por su soberbia, por el ánimo de lucro que muchas veces ha movido a los gobernantes, por inadecuadas decisiones políticas y de los administradores que tendrían que velar por la conservación y, sin embargo, la utilizan, la manipulan y se aprovechan en beneficio propio, en vez de propiciar que la cultura y la civilización lleguen a todas las capas de la sociedad”. Se luce la academia cuando es holística unidad de ética, ciencia y arte. La barbarie destructiva, aupada por la ignorancia, la codicia y los autoritarismos, no ha podido entender que el patrimonio cultural es de todos y que su destrucción hiere al corazón mismo de la humanidad. Ese corazón de amor, por el contrario, se regocija y palpita cuando hay voluntad de cuidar, de conservar, de poner en valor la historia y memoria del patrimonio cultural, labor encomiable que la ha venido ejerciendo con empeño El Centro Cultural Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit que inauguró la  exposición “Todo el Corazón Vertido. Cultura, ciencia y evangelización de los jesuitas quiteños.” Esta luminosa muestra nos recuerda los 250 años de la dolorosa Supresión de la Compañía de Jesús y su legado apostólico, educativo, artístico y científico en la Provincia de Quito, desde su llegada a nuestra ciudad en julio de 1586. Reza uno de sus afiches: “Los jesuitas formaron en Quito tres bibliotecas, la del Colegio Máximo, la del Colegio Seminario de San Luis y la de la Universidad de San Gregorio Magno.”  Como una epifanía conmovedora, fueron los apuntes referidos al legado jesuítico hechos por el Padre Daniel de Ycaza, Diego Santander, Pablo Rosero y el Padre Iván Lucero para entender que el alma y la identidad de Quito están unidas vitalmente a la Compañía de Jesús desde hace siglos. Sobre  la Supresión dictada en 1773, el Padre Lucero, Director del Centro Cultural BEAEP apuntó que “esta injusta y errónea decisión no es para los jesuitas ni para los amigos de la Compañía un motivo de celebración, pero sí un momento clave en la vida de la Orden que debemos tener en cuenta para comprender su renacimiento y postura luego de 1814”. El resumen de esta convocatoria dicho por el investigador Pablo Rosero señala: “A 250 años de este golpe, nos proponemos con esta exposición recorrer el esfuerzo y el amor, vertidos desde el corazón, por los jesuitas quiteños del periodo virreinal”.

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