Estamos con Noboa

Salvatore Foti

La vicepresidenta Verónica Abad ha sido una preocupación evidente para el mandatario desde el inicio de la segunda vuelta electoral, cuando la entonces candidata a la Vicepresidencia comenzó a expresarse de manera inoportuna y sin coordinación con la estrategia de Noboa, proponiendo la privatización de prácticamente todo, desde educación hasta salud.

Abad ha causado y sigue causando un gran daño a su compañero de fórmula, quien posiblemente habría ganado de manera más contundente sin estos deslices. Es claro que ella tiene su propia agenda, contraviniendo incluso los intereses del partido oficialista ADN Ecuador.

No es aceptable que desde el primer día se haya esforzado por perjudicar la imagen del presidente de la República, quien hizo todo lo posible para que ella también ganara las elecciones. Noboa lideró el partido, aportó los recursos, fue el mensaje y mensajero de su propia campaña, ganando debates y finalmente convenciendo a los ecuatorianos de que era la mejor opción. Fue Noboa y su proyecto político los que llevaron a Abad a la vicepresidencia, no al revés.

Así que no solo la ley y la Constitución facultan al presidente para regular y asignar las funciones de su vicepresidenta, sino que también es esencial establecer límites a una persona que no puede trabajar en equipo y hace las cosas al revés. Un ejemplo es su reunión con VOX, el partido español que más hostilidad tiene hacia nuestros migrantes, a pesar de que Abad supuestamente debía velar por sus intereses.

Abad se está revelando como un personaje que no solo no ha adoptado las posturas conciliadoras del presidente, sino que es ‘anti’ y busca otros espacios para lanzarse como la Milei ecuatoriana en 2025. Esto es legítimo, pero debería hacerlo sin perjudicar al gobierno actual y, peor aún, a los ecuatorianos que quieren que el presidente se enfoque en la seguridad ciudadana y la lucha sin cuartel contra las organizaciones criminales.

Por lo tanto, a Verónica Abad debemos pedirle de manera comedida y respetuosa que, si no puede ser parte de la solución, es mejor que renuncie o acepte los encargos que se le asignen. En última instancia, debería estar dispuesta a enfrentarse a su destitución, ya que hay escenarios más que suficientes para ello.

Por ahora, estoy con Noboa y confío en él, ya que nunca antes se había visto que un vicepresidente dictara tan mal la agenda del país.