La crisis actual

Rodrigo Contero Peñafiel
Rodrigo Contero Peñafiel

Rodrigo Contero Peñafiel

Desde hace décadas está demostrado que las personas desarraigadas y confundidas existen y son aquellas a las que más fácil se puede engañar políticamente. Estas personas sufren ante sus necesidades y metas insatisfechas, por eso buscan en el rechazo, la hostilidad y la falta de voluntad, esa motivación que les permita ser más fuertes y constructivas, buscando comprometerse con algo o alguien.

Una de las formas más sencillas y experimentadas a través de la historia, para conseguir el apoyo de este tipo de personas, consiste en movilizarlas a través de una masa informal y confundida para fanatizarla. Lo más fácil y rápido es enfrentarla con otros grupos y desprestigiar a determinadas personas que de alguna manera buscan el bien común y la tranquilidad de la población. No es casualidad que, en tiempos de confusión y problemas económicos y sociales, sea al mismo tiempo propicio para fortalecer los movimientos populistas, cuyo pensamiento siempre está ligado a la protesta, el rechazo al cambio, sin importar el fondo y el fin de las propuestas.

Los investigadores sociales advierten de un nuevo movimiento espiritual el cual se basa en la ira y el rechazo como actitud ante la vida. El engaño consiste en un momento psicológicamente atractivo y de superación de su propia indiferencia, confundiendo sus ideales para luchar siempre en contra de algo o de alguien, y no sobre algo positivo, realizable y consistente que pueda reforzar su manera de pensar y los objetivos de una nueva forma de vida.

Como seres racionales y pensantes no podemos aceptar que esta puede ser una forma de evolución y reconocer con resignación una época de atraso, confusión y delincuencia, en la que el crimen sea capaz de silenciar la voz de quienes encubren a los verdaderos responsables de tanto latrocinio y corrupción.

En cualquier caso, la mayoría de los ciudadanos confían en que es posible hallar ese Estado ideal para reencontrarse consigo mismos y encontrar la respuesta para el progreso y bienestar de sus familias. La pérdida de valores no puede continuar haciendo tanto daño a la política nacional; depende de nosotros contener ese sinsentido.