Cómo el poder cambia a las personas

Rodrigo Contero Peñafiel

Cuando las personas llegan a una posición de poder, con seguridad cambian, no necesariamente para mal o bien, pero definitivamente ocurre un cambio personal. Quienes no tienen poder centran sus preocupaciones en la protección y seguridad de sí mismos y sus familias, deben concentrarse en sus actuaciones para no cometer errores o disgustar a quienes representan, por lo cual su pensamiento es más concreto y firme, que les permite seguir trabajando incluso cuando su energía y fuerza de voluntad se encuentran disminuidos.

Cuando las personas se sienten poderosas piensan más en forma abstracta, consistente, creativa e innovadora. Puede verse incrementado el optimismo y la autoconfianza ya que la posición en la que se encuentran les exige afrontar retos difíciles. El poder puede fomentar un mejor desempeño, ya que, quien lo tiene es responsable de las consecuencias de sus actos. Los líderes se sienten más identificados individualmente y se sienten presionados a actuar bien.

El hecho de tomar acciones arriesgadas puede terminar siendo beneficioso para un pueblo cansado de tanto crimen, asaltos, robos, descomposición social y judicial, así como los hechos deleznables, que han ubicado al Ecuador entre los diez países con mayor criminalidad en el mundo. Sin embargo, muchas personas cuando tienen poder se enfocan más en la retribución a su arriesgado comportamiento y mucho menos en los peligros. Además, la facilidad para cambiar de posición económica y social en corto tiempo puede atraer más que el honor y la dignidad de la persona y el cargo que representan.

La probabilidad de que las personas que ostentan el poder actúen de forma egoísta son muy altas, lo que lleva a una espiral de mentiras, trampas y deshumanización del prójimo. El problema es que el poder no siempre está en las mejores manos; por ello exige autocrítica para cuando uno lo ejerce, o vigilancia para cuando el poderoso es un tercero. Es importante la inteligencia emocional de quien resulta poderoso, pues el riesgo de las decisiones que se toman debe medirse con sabiduría y empatía.