¿Quién es el ‘enemigo’ extranjero?

A mediados de los años ochenta del siglo pasado, las Fuerzas Revolucionarias del Pueblo Eloy Alfaro, —que pasarían a la historia  conocidas por el grito de arenga de “Alfaro Vive, ¡Carajo!”— le declararon la guerra al Estado.

Para ello, necesitaban armas y entrenamiento —dos elementos muy costosos que no se ofertaban ni se producían en Ecuador—. Tuvieron que apelar a fuerzas extranjeras: entrenamiento en Libia; fogueo en Colombia, Nicaragua o El Salvador; asistencia de guerrilleros colombianos expertos en secuestro para conducir plagios que permitirían financiar la guerra; búsqueda de armas en el extranjero. Todo ello, sumado al amplio y bullicioso apoyo de parte de la izquierda internacional, terminó por convencer al Estado ecuatoriano de que enfrentaba una agresión extranjera. Sobrevino así una movilización inusualmente vigorosa. Entre 1985 y 1987, toda la fuerza del Estado se desató sobre la incipiente guerrilla y le puso fin.

En un país pequeño y arisco hacia el mundo exterior como Ecuador, señalar una agresión extranjera siempre es garantía de apoyo popular.

Ese sentimiento no solo se empleó contra AVC; fue también el que mantuvo latente por décadas el conflicto con Perú y el que incentivó la resistencia contra el narcotráfico en los noventa. Ahora, el gobierno de Guillermo Lasso ha decidido apelar nuevamente a él, al alegar que la violencia que se vive en las cárceles y en las calles es producto de una supuesta ‘guerra’ entre ‘carteles mexicanos’.

Sin duda es una agresión extranjera, pero con el narcotráfico internacional es muy difícil —a diferencia de lo que sucede en un conflicto entre Estados o en una guerra civil alimentada y dirigida por gobiernos foráneos, como durante la Guerra Fría—, señalar cuáles son los ‘enemigos’ extranjeros.

Los mexicanos que supuestamente orquestan la violencia —algo que hasta ahora no se demuestra— son extranjeros, pero también lo son los vendedores de armas —a los que ya se les hace agua la boca—, los consumidores de drogas, los bancos y las megaconstructoras que reciben el dinero, la cooperación internacional, la prensa mundial y muchos otros gremios que se beneficiarán de una guerra interminable en la que, eso sí, los muertos, como siempre en estos casos, los ponen los locales.

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