Podredumbre en el fútbol

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Carlos Freile

Pasó en España; el club de fútbol Barcelona pagó al vicepresidente del organismo rector del arbitraje unos 7 millones de euros durante varios años para recibir asesoría sobre la manera de dirigir los partidos de los jueces. Conviene saber que esa asesoría es política normal en los clubes pero que la hacen árbitros jubilados con remuneraciones pequeñas. En resumen, al Barça le pitaron 33 penales a favor y dos en contra (uno de los penales lo cometió el césped, pues el jugador se tropezó, con el árbitro a pocos metros), en dos años no le pitaron ni un solo penal en contra…. Por casualidad, en noviembre de año pasado se redujo la prescripción de irregularidades en el fútbol español de cinco a tres años con la actuación en la oficina responsable de un dirigente del mismo club. Y así. A pesar del escándalo mediático, que se ha tratado de acallar, la mayoría de aficionados al fútbol en España están convencidos de que no pasará nada; existen antecedentes en que el Barça fue amnistiado después de ser castigado por violaciones a los reglamentos; ese mismo club que le quitó tres condecoraciones al ‘Generalísimo’ Franco cuarenta años después de muerto (y se las había entregado, cuando estaba vivo y mandaba, por gratitud).  Todo quedará en agua de borrajas, la impunidad de los tramposos seguirá tan campante. Y los perjudicados deberán comer piedras ante la cara de cemento de los llamados a impartir justicia dentro y fuera de la cancha.

En nuestro país, sucede algo similar en el campo de la política: hemos pasado por un proceso de elecciones y consulta popular lleno de irregularidades, con dudas muy bien fundadas de que los procedimientos estaban llenos de trampas; sin embargo la vida sigue adelante, todo el mundo, incluido el Gobierno, acepta las triquiñuelas, calla ante las mañoserías. Aquí no ha pasado nada, los responsables desprecian y anulan la voluntad mayoritaria del pueblo y todos comentan ahora como asunto inmaculado el triunfo de unos y el descalabro del Gobierno.

Allá a eso le llaman deporte, aquí a esto le llaman democracia. ¡Qué cinismo!