Miguel Ángel bajo el cielo de Quito

Pablo Granja

En el año de 1475 en Caprese, Italia, nació Miguel Ángel Buonarroti, uno de los más grandes genios del Renacimiento italiano y de la historia de la humanidad. Desde niño fue acogido en los talleres de pintores y escultores florentinos famosos, hasta que fue invitado a vivir y estudiar en el palacio de los Medici, en donde fue acogido como un miembro más de la familia. Odiado por su temperamento y amado por su talento se destacó como poeta, arquitecto, pintor y escultor. En poesía escribió más de 3.000 textos; como arquitecto, diseñó plazas y edificios, destacándose la Basílica de San Pedro. Como pintor, su obra más excelsa es la pintura de la bóveda de la Capilla Sixtina, que demandó de un gran esfuerzo físico ya que lo hacía recostado en el andamiaje construido que llegaba hasta el techo. Como escultor empezó a edad muy temprana, legando para la posteridad invaluables obras como:

La Piedad, creada cuando contaba con 24 años, hecha de un solo bloque de mármol mide 1.74 de altura por 1.95 de ancho. Instalada en la Basílica de San Pedro del Vaticano, representa el momento en que la Virgen María recibe el cuerpo inerte de Jesús. A diferencia de otras representaciones, la Virgen no aparece como una mujer avejentada por el dolor sino como una mujer joven que conmueve por su contemplación digna y equilibrada ante el sufrimiento “y el misterio incomprensible del martirio”. El Moisés, de 2.53 metros de alto, representa al personaje bíblico que ha descendido del monte Sinaí con la tabla de los diez mandamientos y contempla a los paganos adorando al becerro de oro. La estatua impresiona por su expresión que refleja varias emociones a la vez. El David, un desnudo esculpido antes de los treinta años, también es un monolito de mármol de 5.54 metros de alto y de 5.5 toneladas, representa al personaje musculoso y erguido, de superioridad espiritual y belleza de héroe, a punto de enfrentar a Goliat.  Miguel Ángel escogió personalmente el bloque que, luego de 4 años de trabajo a cubierto de la indiscreción de los curiosos, al ordenar que se derriben las paredes para presentar su deslumbrante obra, expresó: “Vi el Ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad”.

Para conocer estos portentos ya no es necesario viajar hasta Roma o Florencia, porque Edgar Cevallos Rosales – homenajeado múltiples veces incluyendo una condecoración del Congreso Nacional por su vida dedicada al arte y a la comunicación, conjugados con su compromiso social como comunicador, productor y director de cortometrajes y documentales para cine y televisión, creativo de campañas cívicas y ciudadanas, autor de la Historia Ilustrada del Ecuador, prolífico escultor – ha reproducido con detalle milimétrico en sus tamaños originales los tres monumentos descritos y otros, que temporalmente se exhiben en el parqueadero del Centro Comercial Iñaquito, en donde se ha levantado una carpa que recrea el ambiente florentino, y se puede aprender más acerca de la obra del genio del Renacimiento. Con un grupo de amigos tuvimos el privilegio de ver el proceso de elaboración de estas obras, que Edgar inicia con el estudio del artista para entender su esencia; luego hace los dibujos para definir sus dimensiones precisas, que los traslada al computador que comanda una impresora 3D de gran tamaño que materializa las partes en material moldeable; estas son ensambladas y recubiertas de plastilina para ser trabajadas cada detalle milimétricamente, sobre las que se vierte una resina especial que constituye el molde “en negativo”, listo para recibir la fibra de vidrio que es pulida hasta la perfección, tanta como lo son las obras originales. Es inevitable una exclamación de asombro al descorrerse la cortina que cubre al David, y emociona el beso respetuoso y tierno que Edgar posa en la mejilla de la Virgen.

En medio del agobio y del ambiente de incertidumbre del momento, visitar esta exposición para contemplar la belleza y perfección de un legado histórico, magistralmente reproducido por Édgar, constituye un bálsamo para aliviar las heridas del espíritu. Ojalá hubiera alguna institución, pública o privada, que adquiriera estas obras para que la ciudadanía pueda disfrutar de manera permanente a Miguel Ángel bajo el cielo de Quito.