Memorias expandidas

Pablo Escandón Montenegro

Existen espacios dedicados para potenciar la memoria y el recuerdo de personas, acciones, sucesos y momentos. Uno de ellos es el álbum familiar, donde las fotografías están catalogadas para rememorar esos precisos instantes programados con tiempo, y que se complementan con la espontaneidad de la captura en la fotografía. Y revisar, recuperar esas imágenes potencia la simulación y la mímesis en la creación de historias.

Lo mismo sucede con esos espacios extraños a nuestra cotidianidad, que son los museos, pues allí reside la memoria social e histórica de generaciones, de comunidades, de naciones. Y hacemos propios a los museos, es decir, nos apropiamos de ellos, a partir de los relatos que generamos sobre los objetos que allí configuran las colecciones, las muestras, las salas.

¿Pero debemos ir a un museo para activar la memoria? ¿Solo es importante lo que está entre las paredes del museo? Sí y no. Pues todo depende de cómo esté construido el contexto de lo exhibido, y hay mucho del contexto que bien puede estar en espacios digitales para situarnos, para emocionarnos y para recuperar la memoria, a partir de nuestra propia experiencia.

Durante las últimas semanas se ha vapuleado la existencia del Museo de la Memoria, se han remarcado los errores, las omisiones, pero no se ha resaltado lo duro que es montar un museo, en esta sociedad desinteresada por habitar la memoria social, y que cuando lo hace, indica con el dedo al que lo hace, como si la culpa de los hechos narrados fuera de esta generación.

Caemos nuevamente en las polarizaciones, sanciones de superioridad moral, y no vemos la utilidad de las herramientas que usan para contar los cientos de casos de violación a los derechos humanos.

Sí, el video del informe total de la Comisión de la Verdad es larguísimo y debería estar en otras pantallas por capítulos. Pero la línea de tiempo y el mapa táctil son muy llamativos y muy bien utilizados, así como el interactivo al que se llega con un código QR, sobre cinco casos de agresión, tortura y muerte.

El Museo de la Memoria está en construcción, como todos los recuerdos que tenemos sobre el pasado, y restringirlo a un espacio físico, de sí o sí, es renunciar a los relatos múltiples que existen sobre estos hechos.

La administración de este espacio debería abrir un llamado a que todos los ciudadanos contemos desde nuestra experiencia cómo vivimos y sentimos esos tiempos de barbarie y violencia institucional, para que no olvidemos y no pensemos que esta violencia actual es la misma del pasado, pues si no activamos la memoria ni la expandimos, las nuevas generaciones pensarán que los actores fueron los mismos.