Ladrillos en la pared

Pablo Escandón Montenegro

El mes de agosto cerró con sendos conciertos de fin de semana en los cuales los diferentes participantes se expresaron en contra de la primera dignidad del Estado con epítetos callejeros, con expresiones verbales ajenas a la corrección y con signos propios del descontento juvenil, de la irreverencia motivada por el exceso de malas prácticas políticas y sociales del régimen.

En muchos espacios mediáticos, en donde los locutores y periodistas aún creen que el broadcast es lo más importante se refirieron a estos actos que mostraron el descontento de un gran segmento de la población.

Por ello, y por romper con los esquemas engolados, rígidos y artificiales de los medios tradicionales, el ‘streaming’ se convierte en actualidad mediática, pues en directo se puede sentir el descontento y la ira de quienes no están de acuerdo con un gobierno o con un rey desnudo…

Los sacerdotes que piden respetar la majestad del actual Presidente, antes pedían que los jóvenes ejercieran su descontento y hasta los defendían, cuando levantaban su dedo medio al paso de la caravana presidencial, pero hoy no, es una blasfemia, es una herejía mostrar el dedo a quien nos “salvó”…

El descontento se grita a voz en cuello. Y si un grupo de rock lo canta, más si ese grupo de rock es un paradigma de la incorrección para decir las verdades o si ese grupo de rock no se postra frente a ninguna majestad política.

Porque los guardianes de la corrección siempre se postran frente a sus dueños, como el profesor que en clase es estricto, pero en su casa muestra docilidad y obediencia frente a su esposa, como podemos ver en The Wall, de los Pink Floyd.

De seguro, esos guardianes de la fe moral no son más que otro ladrillo en la pared, y esperan que todos seamos como ellos: anticuados, engolados y almidonados. ¿Pero quién usa almidón en su ropa, ahora?