Nunca seremos modernos

Pablo Escandón Montenegro

¡Qué alegría! ¡Qué emoción! Ahora con esta ley vendrán Netflix, HBO, Disney+ y todas las plataformas digitales a grabar en nuestro país, porque es más barato, porque hay exenciones, porque es un buen mercado, porque hay mano de obra, porque hay una verdadera industria audiovisual, que se puede mirar en los canales de señal abierta: llenos de cortometrajes, series, telenovelas, largometrajes para televisión, programas de TV innovadores…

¡Qué maravilla! Ahora las productoras podrán comprar, sin aranceles, todos los juguetes de última generación que necesiten para sus grandes producciones de no ficción, de ficción, comerciales de televisión, grabaciones para políticos, bautizos y bodas.

Hay que reconocer que el gremio audiovisual en el país hace un efectivo trabajo de cabildeo con los políticos de turno: cuando se modificó al Ley de Comunicación y ahora con este cuerpo legal. Y está bien, pues se ocupan y velan por desarrollar su espacio laboral y productivo, lo cual no lo hacen ni de lejos el sector editorial, periodístico ni musical.

¿Y qué dice la ley sobre cultura digital o desarrollo de contenidos audiovisuales en ambientes digitales? Nada, porque lo principal es hablar de lo digital como soporte de los equipos de producción, no de los contenidos que circularán en las plataformas y entornos mediáticos.

Entonces, ¿cuál es el beneficio para los consumidores de producción audiovisual nacional? Ninguno, porque esta ley no se refiere a estímulos, exenciones ni fondos para producción de contenidos digitales, transmedia o expandidos para mejorar la realidad del ecosistema de los mediático del país.

No se habla de inmersividad, nada de docuwebs, nada de uso de Inteligencia Artificial; tampoco de canon digital, menos aún de “nuevos medios”. Pero el triunfo es del gremio, de la academia audiovisual y no de la industria en general.

Y es que este gobierno y todos los anteriores solo ven artefactos de última generación, como si eso fuera sinónimo de modernidad y eso, como diría el finado Bruno Latour no es ser modernos. La modernidad está en la forma cómo se usa y se planifica el uso de esas máquinas para innovar en contenidos, en interactividad, en narrativas que integren al usuario como parte necesaria del relato y no solo del consumo.

Bien por el gremio que resultó ser un actor político fuerte del que deberían aprender los otros sectores. Bien porque ahora Ecuador se puede vender como escenario (maquila) para grabaciones internacionales. Pero ¿y los contenidos para el consumo interno y el desarrollo multiplataforma y de la TDT; los videojuegos y el metaverso?

Nunca seremos modernos.