El país convertido en una olla de mentirosos que crean una nube de desinformación desde todos los lados. El ministro de Petróleos y Minas hace aspaviento de los millones de dólares producidos por la minería, los ciudadanos preguntan para quién será ese dinero.
Como gran logro dice que la minería produjo el año pasado casi tres veces más que los dos años anteriores, suena interesante, pero los expertos cuestionan cuánto le toca al pueblo. Como es negocio privado difiere del petróleo, el país recibe un bajísimo ingreso por la enorme cantidad de material minero exportado.
¿Cuál es la renta minera total, cuál la de la empresa y cuánto corresponde al Estado? En eso radican las diferencias entre una industria y la otra; se presenta “información de camuflaje” para decir que la inversión privada en la extracción del mineral nos beneficia en grande. Si bien es cierto que el país no tiene capitales y tecnología para estas grandes aventuras, el negocio justo estaría en lo equitativo de cada contrato para las partes, asunto que rarísima vez ocurre gracias a los “lobistas” infiltrados de las empresas inversoras y funcionarios ad hoc que, mediante astutos movimientos, “construyen contratos” extremadamente favorables a los inversionistas y con desbalances de diez a uno para el fisco.
Si dispusieramos de instituciones técnica y éticamente solventes, llegaríamos a contratos justos y equilibrados que aporten a las necesidades del país, por eso los ciudadanos críticos ven siempre con recelo inversiones con mucha opacidad. Si se llega a conocer detalles, son fragmentos de una verdad que deja sensación de duda, sumado a los potenciales daños ambientales y sociales que algunos de estos proyectos causan, probablemente no es un buen negocio. Si así seguimos estaremos en riesgo.