¿Metas?

Matías Dávila

Matías Dávila

En cinco años logré lo que no había logrado en cuarenta y dos. ¿Cómo? Pues estableciendo un riguroso programa de metas que utilizo hasta el día de hoy. Este no es el espacio propicio para detallarlo; necesitaría escribir mucho más largo. Pero tal vez sí es el sitio indicado para decirle lo que no debe hacer. Si me permite, por supuesto.

Una meta de fin de año es, por lo general, un ejercicio que lleva a la frustración y a que nuestro cerebro entienda que el establecimiento de metas responde más a la emotividad coyuntural que a la racionalidad. Es decir, no es algo para cumplir con disciplina ni un vehículo que nos pueda llevar de un lado hacia otro, sino una especie de rito cultural que tiene más tinte de cuento de ficción que de instrumento real de navegación para mejorar nuestra calidad de vida.

Una idea, para convertirse en meta, debe pasar primero por un cedazo, se llama MARES, que son las siglas de medible, alcanzable, relevante y específico en el tiempo. Una meta debe responder a estas exigencias. “Ser rico” no es una meta; lograr hasta fin de año ahorrar mil dólares sí lo es. Una meta es un sueño con fecha de caducidad. Escucho frecuentemente decir: “Mi meta para este año es llegar en moto a la Argentina”… ¡Eso no es una meta! Tal vez es parte de un ítem más grande, pero no es una meta en sí misma. Por lo general, cuando nosotros establecemos metas, estas están interconectadas las unas con las otras. La meta no es viajar en moto, la meta es “realizar el 75% de lo que me he propuesto hacer para divertirme”. ¿Entiende la diferencia? Y hay toda una carpeta de “salud”, otra de “economía”, otra de “educación” y así, los temas que para usted sean relevantes. Dentro de la carpeta “diversión” puede estar el irse a la Argentina en moto, pero si no lo logra, el objetivo es cumplir el 75% restante.

Tengo un curso en el que detallo todo esto. Le invito a que lo haga si su intención es realmente cambiar su vida. Búsquelo en esta dirección.