Mentirosos números del hampa

El ministro del Interior, Patricio Carrillo, destacó recientemente el poderío de las bandas criminales del país. Afirmó que los ‘Choneros’ suman 20 mil miembros y los ‘Lobos’, 8 mil. De ser eso cierto, el Ministro debería dejar de preocuparse en combatirlos y, en lugar de ello, mejor dedicarse a negociar una rendición honrosa; afortunadamente, no es así.

Creer que las bandas ecuatorianas suman casi 30 mil miembros es un absurdo. Vale la pena tener presente ciertas cifras para entender el calibre de la insensatez. Ni siquiera las FARC llegaron, en su apogeo, a tener 20 mil combatientes e incluso Rusia, para su invasión de Ucrania, dispuso apenas de 100 mil hombres. Las propias Fuerzas Armadas cuentan apenas con 35 mil miembros y la Policía Nacional con alrededor de 60 mil. Y eso que, como en toda institución, los miembros que se destinan a posiciones de combate son una minoría ínfima  —menos de 1 de cada 9 en las fuerzas modernas—, porque la mayoría se dedican a tareas logísticas y administrativas (la famosa proporción ‘tooth to tail’). Si es que los ‘Choneros’ tuviesen de verdad 20 mil combatientes, los políticos estarían desde hace rato dirigiendo reclutamientos forzosos para formar, como sea, una fuerza pública de al menos 100 mil hombres, pero resultaría difícil porque, si partimos de que los ‘Choneros’ tendrían para entonces también al menos 80 mil hombres más en tareas de apoyo, ya no quedarían muchos jóvenes que reclutar.

¿De dónde sacó esa cifra la inteligencia policial? No es que las bandas criminales sean instituciones formales con un registro oficial de miembros; tampoco son fuerzas militares ni empresas cuyas acciones y gastos delatan su dimensión. Definir quién pertenece a ellas es muy relativo —ante un juez civilizado es muy difícil demostrar la pertenencia, para Nayib Bukele basta un tatuaje y para Mao quien le daba comida a un traficante de opio era delincuente también—.

Las fuerzas del orden suelen exagerar el tamaño de sus enemigos para granjearse mejores presupuestos y darse importancia. Sin embargo, deberían tener cuidado porque las exageraciones pueden tener el efecto opuesto, convencer a la gente de que la guerra está perdida.

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