Oposición y vasos comunicantes

Manuel Castro M.

El gobierno ha experimentado una oposición interna y externa, comunicada entre sí. Y también una velada negligencia interna sobre el sistema energético, calificada de “sabotaje”, cuyo fundamento debe evidenciarse y sancionarse, si es del caso. El correísmo, ante los comprobados actos de corrupción de sus líderes, en juicios penales e investigaciones de la Fiscalía General del Ecuador y de las autoridades estadounidenses, parece en declive y entonces recurre a una oposición ciega y de mala fe, empezando su combate a la consulta popular, mientras sus máximos capitostes están prófugos o presos por delitos como soborno, crimen organizado y peculado.

Mientras, países con simpatías ideológicas al correísmo hacen caso omiso a la lucha del país contra el narcotráfico, la inseguridad, la crisis fiscal y la impunidad, para enderezar hipócritamente sus armas contra el gobierno. Así, México quiere acentuar el escándalo por el asunto de su embajada en el Ecuador, cuando permanentemente ha dado protección y ayuda a ecuatorianos enjuiciados penalmente, utilizando la noble institución del asilo a su antojo, mejor dicho al antojo de López Obrador. Colombia, hasta ayer “país hermano” del Ecuador anuncia la suspensión de una reunión bilateral con el Ecuador, justo en días cercanos a la consulta popular, aduciendo el tema de la irrupción en la embajada mexicana en Quito, cuando antes pidió sanción a la OEA, la cual, si bien condenó tal irrupción, también condenó la intervención de AMLO en los asuntos internos del Ecuador.

Por su parte, Venezuela, para promocionar el escándalo internacional, retiró   su embajada y consulados en  Ecuador, afectando a sus propios conciudadanos y seguramente para evitar otorgarles visas ante las próximas y manipuladas elecciones venezolanas. Faltan los hábiles hilos de Cuba y los grotescos de Nicaragua, defensores de Correa, Glas y Pólit, depredadores de la economía ecuatoriana; países que ni siquiera solucionan sus problemas internos de pobreza, salud y educación y que, sin embargo, por su alejamiento al sistema democrático, solo tienen capacidad destructiva, nada integracionista y poca positiva.

Es innegable que un 20% de la población activa ecuatoriana acepta el crimen y la impunidad como medios de gobierno. Su falta de ética y de visión solo se explicarían ya sea por intereses y compromisos mediatos o definitivamente por la pérdida de valores, convirtiéndose en cómplices o beneficiarios del totalitarismo, narcotráfico y del crimen organizado, vasos comunicantes que tienen sumido al país en tremenda guerra interna, tal vez a largo plazo.