Maletas perdidas

Pablo Escandón Montenegro

Es muy común al viajar en avión que, cuando se baja en su destino, la maleta donde ha puesto todo — pero todo lo que iba a vestirse, los regalos para la familia y el gustito que se compró—, no asoma.

Es muy común en los viajes largos que esto pase, a pesar de que todo está en las taquillas (esos adhesivos largos que la señorita o el caballerito del mostrador le colocan en la solapa de la maleta y que tienen mucha información).

Es muy común que los empleados se confundan y envíen una maleta a un destino que no era el final, o que el equipaje se quede en una terminal y no siga su camino, como lo hace el viajero.

A final de cuentas son procesos en los que los seres humanos tienen que trabajar con mucha prisa y con mucha concentración para que la incidencia de extravíos sea menor. Mucho más cuando los aeropuertos son ciudades miniatura donde todo pasa y donde hay reglas diferentes para las que los viajeros somos ignorantes y bajo las cuales los funcionarios de las aerolíneas son los dictadores de sus pequeños imperios.

Y es que cada hombre y mujer que tiene un uniforme ejecutivo se siente más importante que el piloto, pues a final de cuentas, de él o de ella depende que un pasajero llegue a su puerto final, que lo pierda, que se demore o que nunca vea su maleta y, con ella, sus ilusiones.

Si un equipaje se pierde o no llega a destino, no es culpa de la empresa de aviación; el pasajero debe informar, hacer la denuncia, y no importa si solo estaba de paso y tiene los minutos contados para hacer la caminata eterna y desconcertante para tomar el vuelo de conexión. Si no hace la denuncia, la culpa es del pasajero.

Es muy común que esto suceda y que el viajero opte por seguir con el itinerario y confiar en la agencia de viajes, que le dará el respaldo y el soporte, pero cuando llega a destino final, y no encuentra la maleta, el agente de la agencia, muy agencioso, le dirá que tiene que ir al aeropuerto del país que recién llegó, que debe perder todo lo pagado en esa ciudad para que busque su maleta, porque desde su cubículo no puede hacer nada.

Y las aerolíneas, esos imperios de sinrazón, de antojadizo servicio, de maltrato y falta de explicaciones a la hora de demorar un vuelo, le responderán que sin denuncia no hay devolución, y que el propietario de la maleta tiene que ir a hacer la denuncia en el sitio donde embarcó o descendió. Y en horarios laborables, pues no importa si usted llegó a la madrugada de un sábado y no tiene ropa; espere hasta lunes 8 de la mañana.

Este es el inicio o el fin del turismo, pues con maletas perdidas, ¿quién se anima a seguir viajando?