Los nietos de Marie Curie y Pierre Curie

La vida nos depara regalos inesperados que, por serlo, son todavía más preciados, nos dejan con ese entusiasmo que no se apaga y que permanece por largo tiempo.

Uno de esos regalos constituyó para mí la participación reciente en un evento de la Real Academia Europea de Doctores, en la que se ingresó como miembros de honor a dos valiosos hermanos, se trata de Pierre Joliot-Curie y de Helene Langevin-Joliot-Curie, hijos de Irene Curie y de Fréderic Joliot. Una familia que ha recibido 5 premios Nobel en conjunto y cuyos descendientes siguen honrando la trayectoria iniciada por esa pareja genial que nos ha dejado un legado fantástico.

Luego de la ceremonia del ingreso de los hermanos a la Academia, he tenido la suerte de un largo diálogo con Pierre Joliot-Curie, casi nonagenario, brillante, con la chispa de los recuerdos a flor de piel. Convencido de que la fuerza de los abuelos los potenció mutuamente, que habría sido inimaginable pensar en una Maríe sin Pierre, unidos por el amor y por la ciencia.

El privilegio de la conversación, llena de recuerdos, en la que se mezclaron las reflexiones propias como aquella en la que me dijo, “me causa gracia cuando se habla de modernidad, porque en el mismo momento que se habla ya es pasado” o cuando recuerda el final de la segunda guerra mundial, o el primer viaje a los Estados Unidos, cuando compartió con su tía Eva, esa tía que escribió la primera biografía de su madre.

La emoción me embarga todavía. Recuerdo cuando leí la famosa biografía y quedé impactada para siempre por la valerosa jovencita que habría de convertirse en doblemente galardonada por los premios Nobel. Sus experiencias en París de una joven que emigró de su natal Polonia, la pobreza y los sobresaltos, su compromiso con la ciencia, que la llevaría a los mayores reconocimientos mundiales.

El primer gran ejemplo femenino de lucha y de reconocimiento de la valía de la mujer me lo dio la biografía de María Curie, escrita por su hija y ahora, en la conversación con sus nietos no podía menos que emocionarme hasta las lágrimas que me inspiran su vida y su legado.

Si queremos aprender de verdad, no p

Rosalía Arteaga Serrano

odemos dejar de estudiar la historia y encontrar relatos que nos inspiran y nos entusiasman.