Lo inmediato, lo efímero

En una sociedad en la cual todo es pasajero, es inevitable preguntarse: ¿qué perdura? Sin caer en debates filosóficos, voy a lo primordial: deben perdurar el amor, el respeto, la tolerancia… Cuando digo amor, me refiero tanto al fraterno como al familiar y conyugal. Sin embargo, las amistades y las propias relaciones de pareja se diluyen con mayor facilidad. Parecería que vamos al son del Snap Chat, que captura momentos con tiempo de expiración. Lo mismo con las palabras, que en WhatsApp se escriben y se borran, o los correos electrónicos que se pierden al vaciar la papelera. De ser necesario, puede anularse todo registro de lo que fuimos (hace una semana) y comenzar nuevamente con quién queremos ser la semana que viene.

Esta forma de relacionarnos, tan moderna y a la vez tan frívola hace inevitable que nos replanteemos todos los aspectos de la vida, sobre todo quienes somos madres o padres de adolescentes y niños. Pues vemos con asombro que todo tiene un ciclo útil. El color preferido cambia con la temporada, al igual que el juguete, la serie de Netflix, la canción… pero lo más preocupante: el amigo o la amiga; el novio o la novia.

Ansiosos por satisfacer necesidades inmediatas, la perspectiva de lo perdurable se ha ido al traste. La sociedad no está para esperas. La tecnología nos ha dado la facilidad de tenerlo todo con poco esfuerzo. Si aparece una publicidad de pizza en el Instagram, abro la aplicación de Uber Eats y la pido. En menos de una hora el antojo quedó satisfecho. Si aparece en Tik Tok un video de la chica o chico que me gusta le doy me gusta, le comento e inicio una conversación. Una conversación que puede terminar en cibersexo. ¿Para qué esforzarse si todo está a un clic? Pizza y chico en una misma tarde.

Ya no hay que esforzarse por entablar conversaciones telefónicas o presenciales. Ya no hay que esperar que sea Navidad para recibir un regalo. Ya no hay que ansiar al fin de semana para comer una pizza. Ya no hay que esperar a que sea el cumpleaños de alguien para armar una fiesta.

Es la realidad de lo inmediato. Una que nos está alimentando de ansiedad, depresión y obsesión por tenerlo y controlarlo todo. Una sociedad que sin darse cuenta aplaude, alabada y anhela lo efímero porque ya no sabe cómo comprometerse a largo plazo.