La victoria de Gramsci

carlos-freile-columnista-diario-la-hora

Carlos Freile

Se ha difundido a nivel mundial el mapa rojo de las Américas con tres puntos azules: Ecuador, Paraguay y Uruguay, los únicos países del Hemisferio Occidental con gobiernos no izquierdistas. En los últimos días se han escrito centenares de artículos para tratar de explicar esta realidad: la gente vota en contra de los candidatos de centro o de derecha. Se esgrimen muchos argumentos, con abundante dosis de verdad algunos, discutibles otros, ideológicos y tendenciosos también.

En ese cúmulo de opiniones variopintas, aunque casi todas con la misma catadura, se ha dejado de lado un aspecto fundamental: la cultura. Desde hace años la cultura, en sus diferentes manifestaciones, se halla en manos de la izquierda. Aun los gobernantes de derecha han permitido que esto suceda y se mantenga. No solo muchísimos docentes siguen la línea de un marxismo líquido, adaptable a variadas circunstancias, sino también los intelectuales, analistas, escritores de opinión, a veces sin darse cuenta han tomado ese camino. Siempre me ha admirado que colegas a los cuales no se les puede tildar de revolucionarios ni de progresistas sean asiduos lectores de conocidos periódicos izquierdistas y citen sus contenidos como si de la verdad absoluta se tratara.

Pongamos dos casos últimos: llama la atención que académicos aparentemente sensatos tilden a la triunfadora en las elecciones italianas de fascista (el autor izquierdista español Ramón Rosal Cortés acaba de afirmar: A fuerza de utilizar ese calificativo de ‘fascista’ para denigrar al otro sin ofrecer explicaciones, ahora ‘fascista’ significa “que no me gusta lo que dice”.

Los medios no han reflejado las ayudas ominosas a Lula en las elecciones brasileñas, desde su exoneración jurídica, totalmente alejada de los principios básicos del derecho como lo denunció uno de las mayores juristas de Brasil, Ives Gandra Martins, hasta las irregularidades en el conteo de votos. Y no lo hacen porque se saldrían de lo políticamente correcto.

Gramsci, con su teoría del imperativo cultural, de la necesidad de ganar la cultura para la revolución ha triunfado.