La estela de los legisladores

Alejandro Querejeta Barceló

Quienes pedían durante meses que el presidente Guillermo Lasso aplicara la ‘muerte cruzada’ tienen, como se ha visto por sus actos posteriores, sentimientos dispares. Unos han hecho declaraciones sorprendentes, como aquel exasambleísta que se autocalificó de ‘estúpido’, o aquellos que acudieron la Corte Constitucional para que declararan al decreto presidencial como inconstitucional y fracasaron.

Según la Real Academia de la Lengua, se es estúpido cuando se exhibe una “torpeza notable en comprender las cosas” y que “absurdo” se refiere al pensamiento irracional, que se aparta de la razón, extravagante, contrario a lo normal. De absurda puede calificarse la observada por varios de los componentes de la coalición que fraguaba el golpe de Estado parlamentario.

¿No querían que Lasso dejara la Presidencia? La ‘muerte cruzada’ lo posibilita en la forma y plazos que establece la ley. Un legislador que dijo que en los últimos dos años había estado sumido en ‘la estupidez’, tal vez tema que su partido, a la vuelta de seis meses sea duramente castigado por ello en las urnas. De estupidez podría calificarse también a la conducta de su partido en ese período.

Los otrora parlamentarios, por lo visto, han dejado tras de sí una estela de desvergüenza, desfachatez, cinismo, procacidad, deshonestidad, impudicia. ¿Faltará algún otro calificativo para la conducta de no pocos de ellos? ¿Quién pierde con tal comportamiento de estos supuestos ‘representantes del pueblo’? Un observador sereno y consciente diría que el país, que la sociedad.

No es fácil cambiar. Eso lo saben y lo padecen los líderes verdaderos. Los momentos de cambio no deberían sustentarse en procurar lo nuevo en detrimento de lo viejo. Tampoco en ‘cacerías de brujas’. Hay que examinar con cabeza fría lo que dicen querer unos y otros. Ya es suficiente con la estupidez que algunos exhibieron los últimos dos años.

Mucho costará enderezar el rumbo de la República. ‘Cambio’ es una palabra que se ha vuelto emblemática en estos años, pero el populismo sigue reinando, debilita a la ciudadanía y empodera un imaginario sembrado de todo tipo de manipulaciones. No es cuestión de defender o de discrepar sobre lo que se deshaga o se haga, es que, de ser así, no debería llamarse cambio.

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