La Cuba antimartiana

La izquierda radical, los intelectuales autodenominados progresistas, viven inventando religiones dogmáticas (marxismo, socialismo del siglo XXI), y creando santos revolucionarios a su favor, sin importarles lo que estos personajes realmente pensaron e hicieron. Es el caso de José Martí, utilizado como símbolo de la revolución castrista, clasificado como antiamericano y padre de toda resistencia violenta o pensamiento diferente a los dueños de la izquierda, que cuando gobiernan destruyen países, libertades y crean estados autoritarios e ineficientes.

Martí (1853-1895) fue un político republicano democrático, poeta, periodista y filósofo, organizador de la Independencia de Cuba. En 1895 murió en combate. Cuba fue colonia de España hasta 1869 (primera guerra de la independencia), más tarde se convirtió en protectorado de Estados Unidos. Obtuvo su independencia en 1901 (segunda guerra de la independencia). Actualmente “depende” de un régimen comunista.

Martí nunca dejó de ser un republicano clásico (la democracia es uno de los recursos de la República), un civilista (por contraposición al militarismo) y un enemigo jurado de la tiranía y el caudillismo personalista, conforme a sus escritos y lucha política.  Se estableció en New York (1882) y fue un cubano errante. De México y Guatemala salió “por disentir con el caudillo y dictador de turno”. Cuba contradictoriamente ha tenido un caudillo por cincuenta años y vive una tiranía permanente.

“Ninguna línea insignificante salió de su pluma”, dice Enríquez Ureña. Martí vio los aciertos y errores de la sociedad norteamericana. No le parecía bueno ese amor por la fortuna material; “Es un pueblo heterogéneo, trabajador, conservador, entretenido en sí y por sus mismas fuerzas varias, equilibrado”. “Una buena idea siempre halla terreno propicio, benigno, agradecido. Hay que ser inteligente, eso es todo. Las puertas están cerradas para los torpes y perezosos. La vida está asegurada para los fieles a la ley del trabajo”.

Y premonitoriamente afirmó: “Llevo mi infeliz pueblo en mi cabeza y me parece que de un soplo mío dependerá un día su libertad.