Lavando y comprando

Jesús Longo

A propósito del discurso del embajador Fitzpatrick, que fue contundente y lleno de verdad, es importante reflexionar que, en el Ecuador, lamentablemente, se normalizó la convivencia con los negocios ilícitos, específicamente, con el dinero del narcotráfico. Y sí, estimado lector, créalo o no, el dinero del narco está muchísimo más cerca de usted de lo que podría imaginarse.

Locales comerciales de todo tipo, servicios de todas las categorías, están plagados, dominados e incluso controlados por este negocio criminal. Es tan normal que, en muchos sectores, lo ven como algo positivo. Tremenda afirmación, pero sí, lo ven como algo bueno para el país, como una oportunidad. La desesperación por surgir, por superarse como sociedad, alcanzar algo de los sueños coartados por la falta de trabajo y oportunidades en el Ecuador.

Tanto es así que existe un secreto a voces de la admiración a estas personas en discotecas de ‘alta categoría’ donde se sospecha de los dólares que son usados para pagar grandes cuentas de botellas de alcohol con nombres rimbombantes, eso sí, siempre en efectivo y sin factura.

Siguiendo con el secreto a voces, genera muchísima sorpresa que, en nuestro país, estos sujetos son tratados, sea por miedo o por necesidad, con los más altos estándares, ellos son, merecedores de los servicios V.I.P. Exactamente, ellos son V[ery] I[mportant] P[eople]. Estos sujetos que pagan en efectivo grandes cuentas con dinero, posiblemente lavado y lleno de dolor de miles de familias, son importantísimos para muchos negocios, son los mejores clientes, los más deseados de todos, los reyes.

Esto, estimado lector, reafirma que como sociedad estamos dañados, dado que: no rechazamos ni negamos la entrada de estos personajes a lugares, tampoco les hacemos saber que son lo peor de la sociedad, al contrario, los premiamos y los vemos como personas exitosas dignas del mejor trato, del mejor licor, de la mejor compañía y atención. Bastará preguntarle a la comunidad de las grandes ciudades del Ecuador dónde están estos locales en los que se los puede ver campantes, seguros y bienvenidos. Incluso, la presencia de estos grupos criminales en los comercios ha logrado apodar a centros comerciales, mismos que festejan su presencia y alientan a su visita.

En ese sentido, he de decir que la sorpresa de la normalización de la presencia de estos sujetos y la bienvenida de su dinero me ha llevado a reflexionar sobre lo mal que nos encontramos como sociedad, lo negativo, es positivo, lo fácil es bueno y el éxito no se mide en lo moral de tu trabajo y tu calidad de ser humano, sino en la cantidad de dinero y respeto que puedas conseguir, aunque este último sea por miedo.

Urge que el Gobierno tome el asunto con seriedad y ataque la economía de estas empresas criminales. Así también, urge que la sociedad reconfigure su visión de vida para que dedicarse a estos negocios ilícitos deje de ser sinónimo de éxito y se convierta en una verdadera vergüenza para la familia, para el barrio y para la sociedad en general.

Un inicio para esto debería ser la limitación de las transacciones en efectivo, las redadas en sectores de vida nocturna y claro, la aplicación del deseado plan Fénix. Sin embargo, si nada se hace, estamos condenados a vivir revueltos entre dólares y sangre por mucho tiempo.