Más sobre la democracia

Franklin Barriga López

Por su trascendencia, bien se destaca a la Independencia de los Estados Unidos (1776) y a la Revolución Francesa de 1789, debido a la repercusión que tuvieron esos acontecimientos especialmente en América.

Asimismo, se debe resaltar los aportes brindados anteriormente por dos pensadores inolvidables: John Locke, con su ‘Segundo Tratado de Gobierno Civil’ (1690) y, sobre todo, Charles de Secondat, más conocido como el Barón de Montesquieu, quien, con sus ‘Cartas Persas’ (1721), hizo que se le abran las pesadas puertas de la Academia Francesa, la de los Inmortales, para ingresar como Miembro.

 Montesquieu, con ‘El espíritu de las leyes’ (1748), que se le ubica como pieza cardinal del Estado de Derecho, influyó decisivamente para las dos memorables y mencionadas acciones, la estadounidense y la francesa. Además, las instituciones democráticas contemporáneas igualmente le recuerdan y agradecen por sus aportes vertebrales: el principio de la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y el mecanismo de pesos y contrapesos, relacionado con el anterior y que evitan la desproporción o abusos de esas funciones que siempre deben mantenerse con respetabilidad e independencia.

Poco a poco el pensamiento libre y democrático fue evolucionando y el marco que alberga la República perfeccionándose, hasta que en la Declaración de los Derechos Humanos (1948) de las Naciones Unidas, Art. 18, se establece que toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, en lo individual y colectivo, lo que se complementa, en el siguiente artículo, con el respaldo a la libertad de opinión, de expresión, de prensa.

Estos valores y principios jamás deben perderse para la dignidad y adelanto de los pueblos, por ello los comicios, libres y democráticos, entrañan enorme responsabilidad ciudadana: hay que elegir gobiernos que garanticen concordia, desarrollo, libertad.