Franklin Barriga López
Al comienzo de una de sus célebres obras (Conversación en la Catedral, 1969), Mario Vargas Llosa puso en boca de su personaje literario Santiago Zavala la pregunta “¿Cuándo se jodió el Perú?”.
Esta frase, que resume la frustración de un pueblo frente a situaciones adversas, también puede ser aplicada en los momentos presentes a nuestro país y no en el campo de la ficción sino de la realidad cruda y latente.
Ecuador atraviesa momentos sumamente difíciles en diversos campos, lo que le ha traído deterioro a su prestigio en el concierto internacional, siendo el área de la seguridad la más afectada.
No es para quedarse contemplativos si en el último Índice Global del Crimen Organizado, que recepta y procesa la información en la materia de los 193 Estados de la Organización de Naciones Unidas, se le ubica en el top 10 de mayor criminalidad del mundo, solamente después de Myanmar, Colombia, México, Paraguay, República del Congo, Nigeria, Sudáfrica, Iraq, Afganistán. Triste nombradía que entraña desprestigio de consecuencias funestas para la paz y el desarrollo.
En dicho documento, se puntualiza que la corrupción infiltrada en altos estamentos estatales propicia la inquietante y mencionada situación, entre otros elementos que no pueden ser neutralizados y que han creado un clima de inestabilidad y zozobra entre la población. No hay día en que la crónica roja abunde en los noticieros, como reflejo de lo que realmente acontece.
Es imprescindible que el nuevo Gobierno emprenda con obligada responsabilidad, sin dilaciones demagógicas e incompetencias deplorables, en el cambio de imagen de nuestro país que, en no lejanos días, era considerado como isla de paz.
Solo cuando se presente una atmósfera de tranquilidad, respeto a la ley y garantías suficientes, a Ecuador vendrán las inversiones extranjeras necesarias, sobre todo en momentos tan cruciales.