Ante los desastres

Franklin Barriga López

Casi tres mil muertos, cantidad muy superior de heridos y graves daños materiales ha dejado el terremoto que hace pocos días estremeció Marruecos, especialmente la conocida y turística ciudad de Marrakech.

Este sismo ha hecho que se recuerde a otro de mayores dimensiones y que golpeó, en 1960, a Agadir, también urbe marroquí, que produjo de doce a quince mil víctimas mortales.

En aquel país y en otros de influencia árabe, los sectores de serio riesgo para este tipo de catástrofes son aquellos identificados como ‘medinas’, los cascos tradicionales de las urbes, donde se congregan calles estrechas, bulliciosos comercios con infinidad de productos, lugares antiguos y pintorescos que albergan frecuentemente construcciones vulnerables por los frágiles materiales empleados, barro y madera. Seguramente, su nombre deriva de la ciudad sagrada de Arabia Saudita en donde se refugiaron Mahoma y sus seguidores, en el año 622, para huir de la persecución en su contra en La Meca, donde nació el Profeta o Enviado de Dios, para quienes se guían por el Corán.

Cuando suceden acontecimientos de estas características, se actualiza la necesidad de que las comunidades estén preparadas, con medidas a ser aplicadas con la celeridad del caso, para la debida asistencia. La ONU advierte que ciertos desastres naturales pueden retrasar el desarrollo de una región en veinte años.

Los expertos recuerdan que nuestra Patria está atravesada por una gran falla geológica producto de la subducción, en el océano Pacífico, de la placa de Nazca con la Sudamericana, de la que emanan movimientos sísmicos, además de la existencia de otras fallas geológicas. No descuidar este asunto, es la recomendación que realizan dichos especialistas, para evitar frecuentes improvisaciones que agudizan consecuencias funestas, de producirse devastadores terremotos,  como los que no han faltado a lo largo de la historia ecuatoriana.