Festival de cuentos

Eduardo F. Naranjo C.

El público parece agotado del escenario político. Cualquiera que tenga un dinerillo o ‘donantes’ puede entrar al ruedo sin rubor alguno y con cierto ingenio contar fábulas a los parsimoniosos ciudadanos obligados por ley a contribuir con su voto al sainete electoral que conduce a destino incierto y tumultuoso a este país.

En este round aparecen todo tipo de ‘salvadores’; unos desean la Presidencia y otros cómodos la Asamblea. Como se requiere inversión hay apostadores metiendo sus cartas para que un afín llegue al poder.

Candidatos de todas las especies y ningún estadista que sirva a la sociedad, pero sí quienes ven la política como ‘negocio’. Grupos económicos incluidos, adinerados libaneses promueven a Otto. Otros que gracias a la ‘política’ lograron millones  promueven un mercenario piloso, en tanto algunos vuelven con furia para ver si lo logran. Varios abandonan su nicho partidario inicial, para ir a cuenta fabricando ‘partidos’.

Unos vienen de viejas vertientes políticas y ofrecen cosas que nunca cumplirán. También hay ‘fabricados’ en base a información recibida de diversas fuentes que, ofrecen venganza a los votantes crédulos y otros se consideran herederos del populismo.

Sin conocer la estructura del Estado y sus procesos, postularse es riesgoso, pero qué importa, si habrá recompensa. Dirigir un país implica tener idea de la economía, de los problemas sociales, del funcionamiento burocrático, cómo recaudar impuestos no pagados, atender deficiencias de seguridad y ofrecer planes concretos para el control de las mafias, saber cómo mejorar la educación en calidad y alcance, cómo atender la salud y vivienda de forma óptima, etc. Con ‘planes de 20 páginas’, ¿cómo creer que estos oportunistas servirán para salvar el país? El mejor ejemplo es el ricacho banquero. El elector debe analizar quiénes están detrás del telón y con qué intenciones.