Emaus

Matías Dávila

Matías Dávila

Hace menos de un mes mi hija fue a un retiro. Una fue la niña que dejé el viernes y otra la que recibí el domingo. Me llamó la atención el brillo de su mirada cuando la fuimos a recoger. Un amigo me dijo que se iba a realizar otro retiro similar, pero solo con varones. Traté de excusarme, pero terminé por aceptar la invitación. Un Matías fue el que entró y otro fue el que salió.

No quiero hacer de esta columna una propaganda evangelizadora, así que voy a omitir todo lo relacionado a las manifestaciones espirituales. Prefiero hablar hoy de política. Para quienes hemos perdido la esperanza en que este país tenga una salida, por toda la podredumbre que hemos normalizado, pregunto: ¿y si tomamos el modelo del Cristo —humano— para volver a construirnos? Es decir, si dejamos de lado los milagros y utilizamos solo su referencia histórica como hombre ¿podríamos con ese modelo replantearnos un Ecuador diferente? Esta idea no es nueva; la dio un teólogo alemán luego de la Segunda Guerra Mundial. Alemania se había quedado sin hombres por las bajas. En nuestro caso, quienes deberían liderar los procesos de transformación están corroídos por la corrupción, el miedo y la violencia.

Esta no es una invitación para ir a misa, sino una propuesta política seria. Imaginémonos preguntándonos: “…frente a este problema, ¿qué haría Cristo en mi lugar?”. Normalizamos la corrupción en pequeñas cosas de la cotidianidad que, sumadas, tornan imposible al país. Ante esa pregunta, ¿seríamos capaces de robarnos el papel higiénico de la empresa en la que trabajamos? Muchos lo consideran un derecho por el paupérrimo sueldo que reciben. ¿Seríamos capaces de tener amantes y mentir a quienes un día juramos amar? No hablemos de jueces ni asambleistas ni de narcogenerales ni padrinos. Hablemos de nosotros, que nos hemos convertido en el caldo de cultivo de la gente que nos gobierna. ¿Te parece descabellada la idea? Te invito a que la pensemos.