El señor de la guerra

Pablo Escandón Montenegro

Armémonos, sí. Fundemos la Sociedad Ecuatoriana del Rifle, la SER, que deberá tener como insignia una mano divina entregando armas a niños, mujeres, ancianos. Y así acabemos con las dos instituciones que guardan el orden interno y externo del país: Policía y Fuerzas Armadas.

Porque si ya nos armamos los civiles, ¿para qué necesitamos militares?. En su lugar, los cuarteles y destacamentos policiales deben dar paso a escuelas de defensa civil, en donde sean como gimnasios tipo crossfit pero con campos de batalla, en donde se practique el tiro con armas de fuego; también se debería contar con destrezas para el manejo de cuchillo, puñal y ciertas espadas.

Los medios de comunicación deberían dejar de hacer sus emisiones diarias por la mañana, en las que pasan imágenes de los destornilladores, estiletes y demás herramientas de trabajo que incautan de las mochilas de los usuarios del trolebús, pues en su lugar deberían promover las formas de saber cómo elegir un arma de fuego: cuál es la más barata pero buena, cuál es la ideal para cada usuario y cómo debemos erigir altares caseros para venerar a estos fierros.

Los espacios infantiles en centros comerciales deben desaparecer, así como los lactarios y los baños para cambiar los pañales de los bebés; en su lugar deben colocarse islas con balas de cortesía, información para suscripciones de membresías para renovar las armas, como lo hacen las islas de las empresas de celulares, y así, cuando renovemos los revólveres o las pistolas por la nueva edición con conexión wifi, las obsoletas se las podremos dar a nuestros hijos para que jueguen con ellas y practiquen con la fauna urbana que está en desmedido crecimiento.

Dios bendiga a mi pistola. Solo en mi AK-47 creo. El Colt es mi pastor, nada me pasará. Así serán las nuevas salmodias y formas de encomendarnos antes de salir de casa, porque estas armas son santas, si las usamos para nuestra defensa y matamos a los malos.

El señor de la guerra ha dado su dictamen, justo antes de entrar a la Semana Santa, pues con ello santifica su decisión y nos envía a la cruzada sagrada de que tengamos ‘el buen juicio’ de abatir delincuentes donde sea.

Gracias al señor de la guerra y sus financistas por darnos una solución ‘inteligente’, que debió, seguramente, ser redactada por inteligencia artificial que sustituye a la estupidez humana, o al revés.

Gracias a esta decisión, de seguro, las novelas policiales se harán populares y tendremos al próximo Le Carré del octavo distrito, contando las proezas y desventuras del señor de la guerra.