El olvido es una forma de mentira

Por Carlos Freile

El título de esta columna es tomado de un texto de Svetlana Alexiévich y se adecúa de manera cabal al momento político ecuatoriano. Varios políticos cuya trayectoria los ecuatorianos no deberíamos pasar por alto proponen que los delitos cometidos por algunos ecuatorianos pasen al olvido por medio de un indulto dictado por la Asamblea Nacional.

Todos nosotros conocemos los resultados de ciertos indultos o amnistías concedidos por los políticos en los años posteriores al “retorno a la democracia”. No hemos visto ni beneficios para la comunidad nacional ni enmendación de conductas por parte de los beneficiarios. Ciertos perdones solo consiguen mantener vigentes corruptelas y permiten a algunos personajes reiterar sus atentados contra el bien común con la complicidad de quienes no buscan el progreso del Ecuador sino el de sus intereses. El crimen contra la sociedad, de cualquier especie, no merece el conocido “perdón y olvido”, causante de tantos y tan largos dolores hace más de cien años.

El relato común de nuestra historia se halla colmado de olvidos voluntarios y programados por simpatías ideológicas o ambiciones más o menos ocultas. No solo sucede en los medios políticos, tan proclives en todas partes a cambiar el pasado para adecuarlo a las coyunturas del presente, sino en círculos académicos. Hace poco se publicó un libro sobre la corrupción en el Ecuador; al lector un poco enterado de los entresijos nublados de nuestro pasado le da la impresión de que el autor tenía delante un menú para escoger aquellos sobre lo cual deseaba escribir. Pero no solo se olvidan ciertos delitos, así el personaje inmaculado por obra del historiador es visto por todos como perfecto, sino que se dejan de lado las versiones defensoras de otros, de tal manera que se crea la falsa imagen de la veracidad de las acusaciones contra determinadas personas no atractivas para el escritor.

Ya es hora de impedir que la mentira vuelva a reinar en esta república de amnésicos. Los delincuentes no deben regresar ni a las calles ni a las oficinas públicas.