Descansa en paz

Descansa en paz, María Belén, porque el recuerdo de la tragedia que viviste no permitirá que la sociedad la encuentre fácilmente. Y no debe haberla tampoco, mientras no se esclarezca lo ocurrido; no, hasta que el femicida reciba el castigo reservado para los perversos. Y, ni aun así, por todas las 269 tragedias similares, muchas de las cuales mantienen desenlaces procesales pendientes.

Quizás podamos imaginar el dolor que están sintiendo tu hijo adolescente, tu familia, tus amigos, todos aquellos que te conocieron y apreciaron. Pero aquello que imaginamos no será ni la sombra del dolor desgarrador que los aqueja.

Aunque muchos no lo entiendan o no quieran hacerlo, es el momento de guardar una respetuosa espera, para no caer en la especulación nacida de la angustia o plagada de morbo. Pidamos que se callen todos aquellos que creen saber lo que no saben; que suponen lo que no conocen; que juzgan con ligereza o con maldad; que exhiben con escandaloso ruido el vacío de sus almas.

Y, con más fuerza todavía, exijamos que se callen aquellos que quieren utilizar esta tragedia para disimular sus culpas; o incrementar adeptos; o intentar construirse notoriedades que no tienen; o atraer atenciones que les sirvan para construir plataformas chuecas.

Es verdad que las circunstancias que rodean a este crimen son tenebrosas, desquiciadas. Lo hacen más escandaloso que haya ocurrido dentro de un recinto policial, donde se forman los encargados de preservar la paz y luchar contra el crimen. Es legítimo reclamar prontitud y transparencia en las investigaciones que determinen las responsabilidades, negligencias y posibles complicidades; es urgente revisar los procesos de ingreso y los controles de desempeño individual; luce indispensable dotar de contenidos éticos a la formación profesional, para no confundir  disciplina con sumisión; espíritu de cuerpo con complicidad; o jerarquía con temor reverencial. Y debe actuarse con rigor para darle prestigio a una institución que los intereses perversos ahora quieren aprovechar para debilitarla, pretendiendo sembrar dudas sobre el honor de todos sus miembros.

Con mucha propiedad y oportunidad, un amigo reprodujo un proverbio chino, adecuado para las actuales circunstancias: “Siempre hará más bulla un árbol que cae y no un bosque que crece”, en alusión a los 52 mil policías, entre los que se cuentan 54 muertos y 557 heridos en lo que va del año, víctimas de la lucha contra el delito; mientras, otros han sido criminalizados por cumplir con su deber, sin que existan mecanismos de apoyo en los juicios instaurados en su contra.

La indefensión también afecta a los familiares que se ven obligados a mantener procesos judiciales, que luego no pueden sostener por carencia de respaldo institucional y recursos económicos. De ahí que se debería reforzar económica y profesionalmente a las entidades tanto públicas como privadas que brindan apoyo y protección, en una cruzada contra la impunidad. Esto podría ser un acto de solidaridad y mínimo consuelo para los deudos, y de homenaje a todas las víctimas de muerte por violencia de género, en cuya representación, María Belén,  te decimos: ¡Descansa en paz!