De mal gusto

Siento admiración de la República Argentina por sus ilustres literatos  como Sarmiento, Borges, Cortázar, Sabato; deportistas de excepción como Fangio, Maradona, Messi; un cantor único como Gardel. Sin embargo, su política interna a raíz de la irrupción del general  Perón impuso y dura hasta hoy  con sus  sucesores,    populismo y  dictadura velada aupada por turbas  que aún gritan “!Mi general cuánto valés!”.

Hoy se encuentra convulsionada por el atentado a su vicepresidenta Cristina Kirchner por un señor Montiel, que le amenazó en la cara con una pistola que no funcionó.  Es oportuno observar: 1) No es el primer hecho criminal y único como afirman las autoridades gubernamentales argentinas:  en 1955 se produjo un bombardeo en la Plaza de Mayo donde fueron asesinadas 308 personas; el ex presidente Raúl Alfonsín sufrió tres atentados contra su vida; el fiscal Nisman fue “suicidado” en 2015, y fue quien acusó a Cristina por organizar la impunidad de los prófugos iraníes causantes de atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, AMIA, en el que  fallecieron 85 personas y 300 sufrieron heridas; 2) La guardia de seguridad de Cristina estaba ausente el momento de la amenaza de Montiel, mientras Cristina  firmaba autógrafos, y no se sabe si el atacante fue detenido por la policía o por partidarios; 3) La  no descartada información es que “La pistola Bersa estaba apta para disparar, pero sin balas en la recámara”; 4) La información del celular de Montiel ha sido borrada por error; 5) El actual Fiscal Luciani, quien  actualmente acusa a Cristina de varios delitos  y pide su prisión por 12 años e inhabilitación para cargos públicos,  fue amenazado por el presidente Fernández; y 5)  Se acusa a los medios y a la oposición de haber “armado”  a Montiel.

Sin investigaciones serias y pruebas ciertas es muy temprano para sacar conclusiones, pues este grave hecho al momento solo tiene intención política. Parecido a la que utilizó el general Perón con la imagen suya y de la desaparecida Evita con fines publicitarios. “Exageración característica del guarango (mal gusto descarado)”, dijo Borges.