Curas perversos

Desde hace algunos años circula por las redes sociales una carta enviada por un sacerdote, misionero en Angola, al diario New York Times en la que defiende la labor de los sacerdotes tendiente a ayudar a los seres más abandonados y vulnerables en diferentes lugares del planeta. Ese diario, y otros medios concordes, solo publican noticias negativas sobre sacerdotes católicos, algunas de ellas viejas de 20 o 40 años, pero nada dicen de la labor sacrificada de sesenta mil de ellos que mantienen una enorme cantidad de establecimientos de todo tipo a lo largo y ancho del mundo, con el solo fin de ayudar a los necesitados: leprocomios, hospitales, orfanatos, campos de refugiados, albergues para seropositivos…. En varios lugares de África, Asia y América, son los únicos establecimientos en miles de kilómetros a la redonda.

No se publican las reseñas de las muertes de sacerdotes víctimas de minas terrestres, de bombas, de ataques guerrilleros y de asaltos de fundamentalistas; esas muertes no importan, esas vidas truncadas, casi todas antes de los 40 años, no llaman la atención. Preocupa más la salud de un babuino. Los propios niños salvados por la acción de los sacerdotes católicos no entran en las estadísticas. Tan solo se habla, y no siempre con respeto a la simple verdad, de los curas perversos, algunos de ellos fallecidos hace muchos años; jamás se menciona el caso de aquellos que han sido declarados inocentes o se lo hace en pocas líneas  y al fondo de una página interior.

No se pide un trato de favor, peor aún complicidad con los crímenes probados, sino un adarme de honestidad, un saber reconocer también los méritos de esos curas, no precisamente perversos sino heroicos, que en los más ásperos escenarios se desviven por los olvidados de la tierra.

También se espera un poco de decencia intelectual en quienes escriben para condenar sin haberse dado el trabajo de investigar y de aquilatar fuentes, y así condenan desde su alto tribunal a reos a quienes ni han oído ni les han dado la menor oportunidad de defenderse; y se creen imparciales.