Cooptación o extorsión

Al hablar de la salida de capitales en Ecuador nos gusta pasar por alto las motivaciones de los actores y las complejidades del medio. Preferimos, como es habitual, abrazar una hipersimplificación moralista y juzgona, y creer que la culpa la tienen únicamente los capitalistas ecuatorianos, tan codiciosos y tacaños. No es tan sencillo. En todo conflicto, luego de cierto tiempo suele ser imposible determinar quién empezó la confrontación, y se echa a andar una maquinaria perversa difícil de desarmar. Lo que ha sucedido entre el capital ecuatoriano y el Estado no es la excepción.

Esto no es Europa. Sacar capitales del país no es un comportamiento movido por el fin de lucro, sino por la búsqueda de seguridad. Quien saca dinero del Ecuador no suele ganar más afuera, sino menos; no ahorra en impuestos, sino que paga más; es decir, está perdiendo. Sin embargo, lo hace porque, históricamente, quien tiene dinero en Ecuador está condenado a enfrentar un inexorable dilema ante el Estado. Así como los narcotraficantes obligaban a muchos a elegir entre “plata o plomo”— en el sentido de que no había más elección que corromperse o morir, y de que vivir honesto y tranquilo no era posible— el sistema ecuatoriano condena a quienes tienen capitales a “cooptación o extorsión”. Se apoderan del Estado —ya sea incursionando en política o financiando a quienes lo hacen— y participan de su expolio, o, si optan por permanecer al margen de la política, tienen que resignarse a ser extorsionados regularmente por los gobernantes de turno.

Vivir tranquilo, bajo reglas claras y estables, conviviendo civilizadamente con el sector público y la clase política, como sucede en tantos otros lugares, les está vedado a los ricos de Ecuador. Por ello, tantos optan por tener todo afuera y, de forma insólita, mantener vidas llamativamente apolíticas en un país politizado hasta la médula. Desgraciadamente, la historia demuestra que, en situaciones extremas, la neutralidad y el aislacionismo son una ilusión ingenua. Tal y como lo demuestra lo que está sucediendo con el presidente Guillermo Lasso y sus capitales, todos ellos se verán pronto obligados, conforme la crisis se agudiza, a decidir si entran o salen, si juegan o no juegan.

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