Como diablo en botella

Esta pandemia, con los sucesivos confinamientos, evoca aquel viejo refrán con el que he querido titular este artículo, por las similitudes que tiene con esa sensación que produce el encerramiento y que puede ocasionar paranoia y trastornos mentales. El síndrome del diablo embotellado.

También recuerdo las historias de las Mil y una Noches, ese libro fantástico que me brindó la capacidad de soñar con mundos fantásticos y con genios que duermen eternamente al interior de botellas y lámparas, y que regresan al mundo para hacer el mal o el bien según sea su destino.

Probablemente sin la magia, pero sufriendo las consecuencias de esta pandemia que ya lleva más de un año, nos sentimos con esa sensación que las prohibiciones producen y que tienen que ver con las recomendaciones de los médicos, de los científicos, del aislamiento, del uso de las mascarillas, del lavado de manos, que se van volviendo parte de una rutina diaria y que seguramente va a durar largo tiempo, pese al avance de la vacunación y a la experimentación con fármacos que puedan paliar los síntomas y los peligros.

Los seres humanos somos sociables por naturaleza, nos gusta interactuar sin la mediación de una pantalla o de un aparato de comunicación, pero parece que no hay la reflexión suficiente que haga salir del egoísmo de querer hacer valer su voluntad por sobre las disposiciones, pero sobre todo por lo que la prudencia y mesura aconsejan.

Así nos sintamos como diablos en botella, es necesario respetar las disposiciones, no correr riesgos innecesarios, no poner en peligro a nuestros familiares y amigos, a la gente que queremos por el pasajero disfrute de una fiesta o de una salida clandestina. El bien mayor se impone, los sacrificios valen la pena cuando del bienestar personal y de los otros se trata.