Ciudad en desamparo

Por Eduardo F. Naranjo C.

Quito, la bella capital, perdió su gracia y es un mercado persa en decadencia, con actores de todo tipo que han convertido sus calles y templos en escenario nada atractivo y riesgoso. Una visita reciente a ese lugar de gentes, arte y recuerdos, deja absorto y parece imposible que sea atractiva para el turismo y el relax.

Tránsito vehicular pesado y contaminante esperando el milagro que algún día será el transporte subterráneo. Las calles tomadas por cientos de comerciantes informales, la Plaza del Teatro y sus alrededores están llenos de trabajadoras sexuales de toda talla y edad. Hay cuadras enteras de edificios coloniales y republicanos “abandonados”, es decir sellados, desocupados, en deterioro.

Hay mucha información académica sobre el tema; la Flacso tiene investigaciones de peso. Un estudio de  Sonia Cueva describe el problema, desde lo simbólico a lo territorial y humano, citando a Borja y Muxi dice “las calles son la ciudad, que la ciudad es la gente en las calles. El espacio público es para la ciudadanía, el espacio de encuentro, de intercambio, de socialización, de cultura, de forjamiento de grupos e ideales”.

La urgencia de tomar las acciones es clave. Quito tiene abundante información y gente capacitada, pero  necesita ejecución a como dé lugar; la inversión que se haga revertirá mucho beneficio para todos, creando empleo y bienestar. El último alcalde que actuó eficazmente ordenando la urbe fue Paco Moncayo, tomando decisiones de forma técnica.

Hacer peatonal el centro histórico sería un gran paso, así como modificar edificios apropiados para comerciantes e igualmente para trabajadoras sexuales en sectores periféricos, que de tradición son zonas mercantiles. Así, las inversiones privadas para turismo y arte se fomentarán. Se necesita visión y acción para salvar a Quito relicario y dejar que vuelva a ser el lugar de encanto que todos recordamos con afecto y nostalgia.