Delitos sexuales de adolescentes

carlos-freile-columnista-diario-la-hora

Carlos Freile

Hace unos días, a raíz de una dolorosa e indignante noticia sobre un delito cometido por adolescentes de un colegio, el editorial de este diario asentaba: “Es necesario entender qué lleva a ciertos estudiantes a proceder de semejante manera y dónde se origina el clima de permisividad que permite que semejantes hechos ocurran.” Todos los ecuatorianos debemos preguntarnos con amargura por qué jóvenes adolescentes perpetran acciones tan reprochables. Debemos hacerlo con valentía y honestidad, todos, de capitán a paje, sin falsas prudencias y respetos.

Un punto crucial que no puede pasar desapercibido, aunque se trate de ocultarlo de diversas maneras, es el clima hipersexualizado que domina en nuestras sociedades, este ambiente malsano se nutre de películas y series, de mensajes y noticias en las redes sociales; pero también se fortalece con pretendidas informaciones pseudocientíficas que tan solo logran incentivar la libido de jóvenes ya encendidos por el ambiente. Si a eso añadimos el consumo temprano de bebidas alcohólicas, y tal vez algo peor, la receta está servida.

Volvemos a lo dicho en esta columna hace algunas semanas, en relación a otro tema: “Levantamos monumentos a las causas y cortamos la cabeza a las consecuencias” como afirmaba santo Tomás Moro. Nadie puede negar que los culpables lo son, tampoco que pudiera haber responsabilidad indirecta de padres y profesores, pero debemos reconocer, lo repito, que todos somos reos, porque hemos permitido que nuestra sociedad, en aras de una torcida independencia de cualquier creencia religiosa, abandone el cultivo de virtudes humanas naturales, como lo enseñaban también los sabios paganos.

Si día a día les llenamos la cabeza a los jóvenes, no tanto con palabras sino con hechos, que todo vale para alcanzar los propios objetivos, si les hacemos creer y experimentar que cada uno de ellos es el centro del mundo y que los seres humanos que les rodean están a su servicio como meros medios para alcanzar las mieles del poder y la satisfacción de sus deseos, por más deleznables que estos pudieran ser, estamos sembrando el caos moral. Enseñamos que cada quisque es el eje del universo y después nos rasgamos las vestiduras porque pretende serlo en realidad.  Sembramos en desorden y ansiamos cosechar en orden, contradictorios y tontos.