Ausencia de Estado de Derecho

Con el permiso de las opiniones casi jurídicas sobre el caso ‘Yunda’ y las dos sentencias, considero que no hay contradicción entre ellas, ni enredo, ni falta de decisión del Consejo Municipal para resolver, o del Tribunal Contencioso Electoral para ejecutar su sentencia, pues también la Corte Provincial de Pichincha puede acudir a este arbitrio. Creo sencillamente que en el Ecuador no hay ley, pues no existe la norma constitucional que establezca para el país el Estado de Derecho, sino el sistema correísta de “derechos”, que es un canto al arbitrio, al caos y al desorden.

Se clama que los jueces inferiores dictan sentencias absurdas y se convierten en jueces constitucionales. El absurdo proviene  de que la Constitución vigente  no establece que la ley manda, permite y prohíbe, sino que se remite a la decisión de las autoridades judiciales. De tal forma que, en el caso “Yunda”, la Corte Provincial tiene legalidad para despachar lo que le venga en gana, sin  un análisis jurídico en profundidad, ni doctrinario. A la corta todos son pequeños jueces de excepción con extraordinarias competencias sobre todos los temas jurídicos. Sancho Panza sería estupendo juez en Ecuador, pues tendría más criterio, sentido común y menos apetitos para hacer justicia.

El Consejo de Participación Ciudadana, el Consejo de la Judicatura, la Defensoría del Pueblo, son nefastas herencias institucionales  de la Constitución de Montecristi. Bien proclamó Correa que “él era  jefe de todas las funciones”. Con un solo patrón autoritario se tenían y se tienen  súbditos obedientes.

Un supuesto: si el Presidente de la República no es un demócrata convencido –creo que Lasso lo es- podría sentirse un dictador con “derechos”. Parece un regreso a la denostada Colonia, donde “El mejor alcalde es el rey”, según Lope de Vega en su obra teatral.

Urgente: debe marchar la Constitución de 2008 al destierro, donde están sus hacedores.

Y la moral:  –“¡Tienes poca moral!”  Respuesta: -“No es verdad, no tengo ninguna”. Diálogo de dos personajes de la obra teatral de Shaw “El discípulo del Diablo”, aplicable al Loro Homero.