Asamblea de psiquiatras

César Ulloa

La Asamblea quiere sustituir a un hospital psiquiátrico, pues una legisladora junto con sus acólitos pretende declarar que el Presidente carece de capacidad mental para gobernar, tal y como ocurrió con el golpe de Estado contra Abdalá Bucaram, en donde todos ‘se subieron a la camioneta’. La gravedad de esta intención no solo radica en el atrevido desconocimiento de la asambleísta, sino también de la escasez de ética y vergüenza. No hay decoro, definitivamente. ¿Cómo puede juzgar una Asamblea tan descalificada a otra función del Estado?

Parecería que volvimos a la década de crisis entre los años de 1995 al 2005, en los cuales la interrupción anticipada en funciones de los mandatarios fue el trofeo de una clase política que negociaba sus intereses sin importarle nada. Macondo se quedaba corto, pues el realismo mágico era superado con tanta estupidez y sin filtros. Ahora, los acusadores reculan y los sectores más recalcitrantes podrían incluso volver al diálogo. Entonces, es el momento de procesar en democracia los conflictos y construir una agenda mínima por fuera de los impostores y falsos psiquiatras que tan a menos han llevado a esa noble y necesaria profesión.

La agenda del país puede ser mínima, pero intensa: giro ético de la política, combate contra la inseguridad, condiciones para la generación de empleo, acceso a la educación, salud y seguridad social. Los demás temas pueden complementarse, en una pedagogía que diluye la polarización política (buenos contra malos) y reconstruye el tejido social, poco a poco. No es fácil volver a creer, pero tampoco es pertinente cruzar los brazos mientras el país se deshace.

El pacto social debe incluir a unas élites desfasadas, desconectadas de la realidad y silenciosas. Hoy tienen la oportunidad de reivindicarse con la sociedad y definir hacia dónde quieren ir, no solamente sus intereses. Cabe recordar que desde el 2015 no salimos de la crisis económica; ahora también es social y contextualizada, con brotes de violencia, inseguridad y miedo. Ojo: la irresponsabilidad de los políticos y de los poderes tras bastidores redunda en la fragilidad del país.