Arte pop

El tema de esta columna era otro, con referencia a los festejos bicentenarios, pero luego de ver todo lo que ha ocurrido con el arte urbano donado por España, es justo y necesario, nuestro deber y salvación coyuntural, abonar a la discusión, pelea y diatriba sobre lo ocurrido, por lo cual pido a los editores su benevolencia.

Muchos se han indignado por esta muestra dadivosa de la corona española con nuestra ciudad; otros han inundado las redes con imágenes del Mariscal Pikachú dirigiendo las huestes patriotas y enviando a sus pokemones a destruir a sus similares del bando realista.

Esta polémica se encuentra en dos niveles: primero, comprender qué es el arte contemporáneo y segundo, saber comunicar desde el gobierno local. Vamos por lo segundo para que se entienda mucho mejor al primero.

La política pública en torno al trabajo de los artistas urbanos tiene que ser sostenida y fundamentada en el diálogo con la comunidad, que es de donde provienen los verdaderos artistas callejeros o urbanos.

El Municipio de Quito no tiene estrategia comunicacional ni para la ciudad ni para su administración, por lo que publicita cualquier actividad como si fuera de bien común, citando a Habermas. Pero el bien común tiene que verse reflejado en un proceso ciudadano, comunitario y representativo, como lo que sucede en la Comuna 13 de Medellín, o en toda la capital paisa, donde la explosión del grafiti y del arte urbano es una contribución de lo pop a la ciudad, desde el movimiento urbano, no de curadores ni mercachifles de arte pop masivo.

Todo y nada es lo contemporáneo en el arte: lo personal, lo masivo, lo popular, lo específico. Los comentaristas salen con que esa es la impronta del artista y hay que respetarla, pero todo arte y proceso artístico se fundamenta en la relación existente entre el sujeto y el artista.

En ese sentido, pintar a alguien sin saber cómo huele, cómo habla, qué paciencia tiene para posar, y si existe o no una tensión entre el artista y la persona dibujada, es fundamental para cualquier forma artística, ya que allí se muestra el carácter humano del arte. Muchos cuadros del Salón Amarillo, en Carondelet, fueron pintados a partir de fotografías. ¿Esos cuadros son arte?

Tenemos muchas imágenes de la Batalla de Pichincha y sería un gran homenaje de la ciudad y a la ciudad, un gran mural en el que se vea a Fichamba ganando la OTI, o que el Aucas le propine 5 goles al Real Madrid en el Bernabéu, o que el Metro salga del túnel y vuele como en las obras de Endara Crow.

El Concejo metropolitano es una verdadera obra de arte contemporáneo, un ‘happening’ fugaz que no sabe dónde ni cuándo hacer su montaje y necesita de personajes de manga para ser salvados, como Pikachú, Mazinger Z o Doraemon.