Alta traición

Matías Dávila

Estoy leyendo -por segunda vez- el libro Sapiens de Yuval Noah Harari. Me ha permitido entender las “mentiras del sistema”, esas falsedades con las que justificamos las guerras; el hambre, el odio racial, etc.

Según una investigación que él cita en el libro, un ser humano solo podría liderar a 130 individuos. No hay forma de que pueda incidir en la vida de nadie más… excepto a través de la mentira. Si usted trata de que otras personas lo imiten haciendo algo, físicamente solo podrá lograrlo con 130. Pero si usted le suma el ingrediente de algún imaginario como la religión, la patria, el miedo, la política, etc., usted podrá tener un ejército de personas.

Siento que la anarquía -en mi vida personal- no ha sido una decisión tomada a conciencia por simpatías o como resultado de una jornada intelectual, sino la válvula de escape con la que trato de darle sentido a mi día a día para no caer presa de la estupidez.

Hay miles que no tienen alimento ni escuela ni salud y nosotros, citadinos mofletudos nos sentimos turbados por el sorteo de la FIFA, el estreno de una película o por los baches que dañan los amortiguadores de nuestros autos.

¿A qué rato dejamos de ser sensibles frente a la desesperación de nuestros pares? ¿A qué rato Bad Bunny pudo recaudar más dinero que una ONG que mitiga la desnutrición? O mejor, ¿a qué rato permitimos que una ONG haga lo que le corresponde hacer por obligación a un gobierno? ¡¿Para quién gobierna el presidente?! El hambre, la ignorancia y la insalubridad deberían ser causales para determinar una alta traición a los más altos y sagrados intereses nacionales… Pero aquí no pasa nada porque la culpa siempre será de otro. Se rebaten estas increpancias con el trillado “la culpa es de Correa”; en el mañana cercano la culpa será “de Lasso” y así. No se si me molesta más la inoperancia o la presunción que tiene el poder de que somos una jauría de idiotas.